viernes, 28 de febrero de 2014

Algo más que compañeros (Segunda parte)

Los pájaros cantaban y la luz se colaba entre las rendijas de la persiana, iluminando tenuemente la habitación. La ropa estaba esparcida por el suelo, había un zapato bajo la cama y unos pantalones sobre la mesa escritorio. La pareja se encontraba acurrucada en la cama, aún dormidos. Él tenía un brazo sobre la cintura de ella y las piernas pegadas a las suyas como si fueran dos cucharillas de café.
Ella fue la primera en despertar, tenía un ligero dolor de cabeza pero lo recordaba todo claramente. Sintió el calor de su compañero a su espalda. Disfrutó de su profunda respiración en la nuca durante unos segundos más, entonces se levantó sin hacer ruido. Cogió ropa limpia y cómoda y se dirigió a la ducha, necesitaba despejarse.
Él se despertó pocos minutos más tarde. Todavía con los ojos cerrados palpó las sábanas en busca de su amiga, los abrió al no encontrarla. Se puso en pie frotándose los ojos, salió al pasillo y se detuvo frente a la puerta del baño. Cuando escuchó el rumor del agua caer y una voz femenina tarareando tímidamente sonrió sin saber por qué y volvió al dormitorio. Sabiendo lo ordenada que era ella recogió la ropa que estaba desperdigada por la habitación y lo dejó todo lo mejor que pudo.
Ella no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido, sin saber si deberían continuar con lo que habían empezado o cortar por lo sano antes de que fuera a más, si es que no era ya demasiado tarde. Fue a la cocina y se encontró con él, que estaba sacando una botella de agua de la nevera, únicamente vestido con unos bóxers negros.

Algo más que compañeros (Primera parte)

Subieron las escaleras entre risas y llegaron a la puerta. Ella sacó las llaves de su bolso, agitándolas en el aire. Él las intentó coger pero ella apartó la mano soltando una risita juguetona, él la besó sin más. No era el primer beso que se habían dado aquella noche, ni el primero entre ellos, pero tuvo el mismo efecto.
Ese primer contacto ocurrió semanas antes. Era una bochornosa noche para ser primavera, el aire acondicionado seguía estropeado y no corría aire por ninguna ventana. Él se levantó acalorado, caminó descalzo hasta la nevera y la abrió, sediento. Disfrutó del frescor que desprendía y se quedó un rato ahí hasta que el timbre del temporizador de la puerta del frigorífico sonó. La cerró de golpe, temiendo despertar a sus compañeras de piso. Entonces se percató de que la puerta del balcón estaba abierta y que una figura estaba asomada a la barandilla.

"Bailar es soñar con los pies" (Segunda parte)

El local estaba bastante abarrotado pero aún había espacio para bailar. Hice girar a Leia y su cabello castaño claro, ondulado intencionadamente para la ocasión, flotó a su alrededor. Me acerqué a Jacklyn y Michaela, imitando sus movimientos. Pronto las cuatro formamos de nuevo un corro, disfrutando del momento y riendo sin que nos hiciera falta nadie más.
Michaela señaló su boca con el pulgar, indicando que tenía sed. Encabecé la fila hasta la barra ya que era la que estaba más cerca. El camarero se volvió hacia nosotras, tenía los ojos azules y el pelo negro como el carbón. Nos dedicó una sonrisa amable y esperó que habláramos. Miré a Michaela, que se había quedado embobada observándole. Jacklyn le dio con el codo y esta reaccionó. Se metió un mechón que se había escapado de su rubio moño detrás de la oreja y se apoyó en la barra. Paseé mi vista por el pub de manera inconsciente.
- ¿Buscando a tu bailarín? - Me preguntó Jacklyn burlona, a mi lado.
- No le habrás visto, ¿no? - Negó con la cabeza y me ayudó en mi búsqueda.
- Te dijo que vendría así que no tardará en aparecer. - Me mordí el labio.
- No sé, las fiestas no son lo suyo.
- Pero tú sí. Vendrá aunque sea para verte. - Sacudí la cabeza sin estar convencida del todo.
- Ya estoy, chicas. - Dijo Michaela removiendo su bebida con una pajita. - ¿Os habéis fijado en lo mono que es el camarero? ¡Qué ojazos!
- Sí, pero ¿has visto sus orejas? - Comentó Leia. - Son enormes.
- ¿En serio? No me he dado cuenta. - Respondió Michaela. Nos giramos las cuatro a la vez para observarlo mejor.
- ¡Es verdad! - Exclamé. Él camarero se percató de que le mirábamos. Nos reimos.
- ¿Cómo no habéis podido daros cuenta? - Continuó Leia.
- Tenía otras cosas en las que fijarme, como en sus brazos. - Habló Jacklyn.
- Oye, ¡qué yo lo he visto antes! - Se quejó Michaela.
- Todo tuyo, cariño. Sabes que no me van los morenos. - Se echó el cabello hacia delante, este le caía liso hasta la altura de la cintura. - Necesito un rubio con ojos marrones para compensar mi pelo negro y mis ojos grises. - Su vista se perdió en algún punto entre la multitud. - Y creo que ya he encontrado uno, no es muy rubio pero me vale. Y va acompañado de alguien que te interesará, Kelly.
- No creo que... - Seguí su mirada, al lado del "rubio" estaba Tony. Me dedicó una tímida sonrisa, tal vez intimidado por tantas chicas mirando en su dirección. - Ahora vuelvo.
- ¡Dile que te lo presente! - Me pidió Jacklyn. Caminé hacia él sin prisa, Tony dio unos pasos hacia mi pero fue interceptado por el profesor de baile. Me paré en seco, sin saber si acercarme o no. Eduardo parecía hablarle en tono confidencial, le puso una mano en el hombro y le señaló otro sitio del pub. Tony asintió con la cabeza y me dirigió una mirada rápida antes de marcharse con él.

viernes, 21 de febrero de 2014

"Bailar es soñar con los pies" (Primera parte)

Tenía la respiración acelerada y las gotas de sudor resbalaban por mi rostro. Mi compañero se tumbó en el suelo de parqué a mi lado, también sudando, con las manos descansando sobre su estómago.
- ¿Qué tal si lo dejamos por hoy? - Propuso.
Miré el espejo que ocupaba la totalidad de la pared de enfrente, mi reflejo me devolvió una mirada cansada. La sala de baile consistía en un amplio rectángulo con tres ventanas y un equipo de música de mediana calidad.
- Una vez más. - Me levanté del suelo, tomé un buen sorbo de agua y me sequé la cara con una toalla. Le pasé su botella a Tony, que acababa de ponerse en pie.
- Desde el principio. - Dije. Puse en marcha el equipo y me apresuré a colocarme en mi posición. Comenzamos a hacer la coreografía que habíamos repasado tantas veces, mis piernas se movían automáticamente. En la mitad de la canción giré dos veces sobre mi misma, en la tercera vuelta mi pie resbaló sobre la madera y me hubiera caído al suelo de no ser por Tony.
Le di las gracias con un asentimiento de cabeza y me pasé las manos por la cara, frustrada.
- La actuación es mañana, no podemos tener ningún fallo como este. - Me imaginaba bailando ante el público y cayendo al suelo delante de todos.
- Incluso los bailarines profesionales tropiezan algunas veces. - Me consoló Tony. - Además, es normal, estás cansada. Los dos lo estamos. - Añadió. Paró la música y se secó el rostro con la camiseta, mostrando unos tímidos abdominales. Desvié la vista.
- Tienes razón, ya hemos ensayado bastante por un día.
Recogimos nuestras cosas y salimos de la academia cerrando con la llave que nos había dejado Eduardo, el profesor de baile. Hacía una noche fresca de verano y la luna menguante nos sonreía desde el despejado cielo. Tony trató de sacar un tema de conversación sin éxito mientras me acompañaba hasta el coche.
- Bueno, mañana es el gran día. - Me recordó. Suspiré, notando un nudo de nerviosismo en mi estómago. - No te preocupes, nos saldrá bien. - Asentí sin apartar la vista de mis llaves. Me puso los dedos en la barbilla y me obligó a mirarle a los ojos. - Hemos estado ensayando durante meses, casi a diario. Todo saldrá bien. - Me sonrió con esa sonrisa cálida y tranquilizadora tan natural en él. Aún sentía un cosquilleo en mi estómago pero ya no era por esos nervios. Le respondí con otra sonrisa.
- Gracias.
- ¿Por qué? - Preguntó. Por animarme, por evitar que me cayera al suelo, por acompañarme hasta el coche, por hacer de mi día a día algo más ameno, simplemente por estar ahí, sonreírme y mirarme de esa forma que solo tú sabes, por hacerme sentir especial...
- Por todo un poco. - Dije finalmente. - Mañana nos vemos.