sábado, 9 de mayo de 2015


Mi cabeza está llena de escenas románticas, galanes de libro y película y pajaritos de múltiples colores. Este hecho ha dado lugar a una errónea idea que no corresponde con la realidad. Durante mucho tiempo he pensado: quiero conocer a una persona especial que me lleve a lugares que no conozco, una persona que me enseñe cosas que no sabía, de la que aprenda algo nuevo, que me ponga a prueba, que me rete a hacer cosas que nunca me había atrevido a hacer, que me demuestre que hay más dentro de mí de lo que yo misma creía... Y he llegado a la conclusión de que, ya que esa persona no aparece y me niego a estar esperando de brazos cruzados a que haga una aparición divina, debo ser yo la que me ponga retos, descubra el mundo por mí misma, me quiera con mis fallos, imperfecciones e inseguridades y me demuestre de lo que soy capaz de hacer.
Porque no hace falta un príncipe azul para sentirte una princesa, un novio para sentirte querida o una persona a la que gustar para ponerte guapa, porque cuando menos lo busques y menos lo quieras, aparecerá. Y, si no aparece, pues a aprovechar el tiempo y a aprender a disfrutar del momento.