El viento había apartado las blancas nubes y el cielo era de un agradable azul claro. Cerré los ojos detrás de las gafas de sol y disfruté del calor en el rostro. Me levanté del banco del patio delantero de la universidad junto a un delgaducho árbol al ver a Catherine y me quité las gafas. Bajó los escalones que nos separaban con rapidez, hoy hacía el último examen del cuatrimestre y ahora tendría una semana libre, sin tener que ir a clases siquiera.
- ¿Qué tal te ha ido? - Se lanzó hacia mi, rodeándome el cuello con los brazos y rozando su mejilla contra la mia. Le respondí al abrazo y disfruté de su calidez.
- Mejor de lo que pensaba. - Me miró con una gran sonrisa. Se frotó la cara. - Pinchas. - No me afeitaba desde hacía tres días.
- ¿No te gusta? - Pregunté extrañado. Me besó, aun con los brazos alrededor de mi cuello.
- Me encanta. - Sonreí. Nos dimos un corto beso más y caminamos el uno junto al otro.
- ¿Cómo te sientes ahora que ya has acabado tus exámenes?
- Liberada. Siento como si me hubiera quitado un gran peso de encima. - Habló con alegría y gesticulando con las manos. - Aunque todavía me queda saber las notas. - Sacudió la cabeza. - Aun así, estoy tranquila. No me lo creo, ¡por fin ha acabado mi encierro! - Se dio media vuelta y caminó de espaldas, mirándome. - ¡Soy libre! - Giró sobre si misma con el rostro hacia el cielo y después me abrazó de nuevo.
- Eso hay que celebrarlo y se de un sitio que te va a encantar, dicen que tiene las mejores alitas de pollo de la ciudad.
- ¿En serio? - Sonrió.
- Habrá que comprobarlo. No está lejos, pero te llevaré con una condición. - Levanté el dedo índice.
- ¿Cuál?
- Que me dejes invitarte. - Me miró entrecerrando los ojos y fue a rechistar pero se lo pensó mejor.
- Vale. - Cedió. Le pasé el brazo por los hombros y le di un beso en la cabeza.
Se trataba de un pequeño restaurante situado entre dos edificios, uno de ellos lleno de placas identificativas de abogados, dentistas particulares y un podólogo. Elegimos una mesa tranquila al fondo del local y le pedimos al camarero media ración de ensaladilla rusa, una de alitas de pollo y otra de palitos de mozarella, además de dos refrescos.
- ¿Sabes? Creo que mi madre va en serio con Roger. Oficialmente llevan dos meses, desde Navidad más o menos. Pero según mis cálculos, están juntos desde hace más, tal vez tres meses o incluso puede que cuatro. - Comentó Catherine mientras esperábamos la comida.
- Roger Cross, agente inmobiliario. - Pronuncié su nombre con voz grave. - Parece un buen tipo. Por cierto, ¿cómo se conocieron?
- Fue todo un poco de película. - Sonrió. - Él quería reclutar nuevo personal y necesitaba un sitio donde reunirlos a todos y darles la charla de cómo ser un buen agente inmobiliario así que preguntó en el hotel donde trabaja mi madre si podría utilizar alguna de sus salas para eso. Se estuvieron reuniendo varios días para llegar a un acuerdo sobre el precio, los materiales que les proporcionaría el hotel y todo eso. Entonces, justo antes de cerrar el acuerdo, él le dijo que firmaría solo si le permitía invitarla a cenar, aunque solo fuera una noche, donde ella quisiera. Mi madre se quedó perpleja, no está acostumbrada a que intenten ligar con ella, pero como le pareció simpático y agradable, aceptó.
- ¿Quién le iba a decir a tu madre que sin moverse de su lugar de trabajo encontraría novio? - Catherine asintió.
- Desde luego. - Aun seguía sonriente y tenía la misma mirada romanticona que ponía tras ver su comedia romántica preferida, una de un chico al que se le da increiblemente bien vender y ligar y que finalmente se da cuenta de que está profundamente enamorado de la chica con parkinson con la que había acordado mantener una relación exclusivamente sexual, sin amor. La había visto varias veces con ella, abundaban las escenas de desnudos, aunque realmente no se les veía nada, y las entrelazaban con la trama de forma que, conforme avanzaba la historia, había menos desnudos y más romanticismo. Su mirada soñadora ahora estaba puesta en mi. - Nuestra historia también es de película.
- ¿Tú crees? - Le pregunté y le cogí la mano que tenía sobre la mesa. - La chica va a ver a su primo jugar a baloncesto, el chico la ve en las gradas y tiene un flechazo por ella. Posteriormente la sigue viendo en cada partido y descubre que es prima de su compañero, el primo hace de celestina y el amor surge.
- Exacto, y la historia continúa. El chico va a la guerra, se le da por muerto y la chica queda destrozada. Aparece un tercer personaje para crear un triángulo amoroso, el chico vuelve de la guerra, la pareja rompe, el tercer personaje desaparece para no volver, pasan los meses y, tras ese paréntesis, el chico y la chica hacen las paces y vivieron felices y comieron perdices.
El camarero dejó los platos sobre la mesa.
- O alitas de pollo en nuestro caso. - Le corregí señalándolas. Se mordió el labio, mirándolas con deseo y cogió una. Yo me llevé una pinchada de ensaladilla a la boca.
Primero probó un pequeño bocado y luego dos más. Puso los ojos en blanco y señaló la alita que sostenía en una mano con la otra.
- Están riquísimas. - Dijo aun masticando. Terminó con esa. - Mmm... En serio, como no te des prisa no va a quedar ninguna.
Las devoraba con facilidad, no eran muy grandes pero estaban bien hechas y tenían una salsa que acentuaba su sabor. Terminamos de comer, ella se había comido un poco más de la mitad de las alitas, los palitos de mozarella los dividimos a partes iguales y la ensaladilla me la terminé comiendo yo.
Se apoyó en el respaldo del asiento y respiró hondo.
- Estoy llenísima. - Se limpió los dedos pringados por las alitas en una servilleta. - Quien sea que te haya recomendado este sitio tiene razón, las mejores alitas que he probado en mi vida.
- Fue Roderic.
- Pues dale las gracias a Roderic. - Dijo levantando su vaso. - Vendremos aquí en más de una ocasión. - Bebió. - ¿Me lo vas a presentar algún día o tendré que seguir imaginándomelo como un chico con un clarinete en una mano y una pelota de baloncesto en la otra?
- Vente un día de estos con nosotros a jugar, te presentaré a los chicos. - Asintió.
- Ah, por cierto, esta noche Sam y Katy han dicho de salir a celebrar nuestra recién adquirida libertad, ¿vendrás? - Me quedé pensativo. Después de mis celos infundados por Sam, quería conocerle en persona para juzgarle con mis propios ojos.
- Vale. - Catherine sonrió y se incorporó en el asiento.
- Espera, ¿he escuchado bien? ¿Has dicho que sí? - Preguntó para cerciorarse.
- Tú conoces a mis amigos, yo conozco a los tuyos, es lo justo. - Juntó las manos y aplaudió en silencio. El camarero se nos acercó.
- ¿Van a tomar postre? - Inquirió enseñándonos la carta. Catherine asintió y señaló uno de ellos.
- Tomaré este. - La miré.
- ¿No decías que estabas llena? - Arqueé una ceja.
- Siempre hay hueco para el postre. - Aclaró con una sonrisita golosa.
Hacía una noche fría aunque el viento había amainado. Catherine llevaba una blusa blanca con estampado de pájaros en negro y una falda de vuelo de cintura alta granate bajo su abrigo negro. Yo me había puesto una camisa de cuadros roja sobre una básica negra, unos vaqueros que aun no había estrenado y mi cazadora de imitación de cuero. Caminamos agarrados de la mano hasta el punto de encuentro, es decir, una plazoleta que había junto al pub. Sam y Katy no tardaron en aparecer.
- Hola, chicos. - Les saludó Catherine con dos besos en la mejilla a cada uno. - Os presento a Dean. - Me señaló. - Ella es Katy y él es Sam. - Recalcó. Les saludé mientras me decía sus nombres.
- Encantado. - Murmuré.
- Por fin te conocemos, Dean. Un placer. - Dijo Katy. Tenía el cabello castaño suelto, con los rizos cayéndole sobre los hombros, y los ojos color miel, perfilados a conciencia para la ocasión. El cabello rubio de Sam relucía bajo la luz de las farolas y sus ojos verdes me evaluaban con disimulo.
- ¿Adam va a venir al final? - Preguntó mi chica.
- Dice que se pasará un poco más tarde. - Respondió Sam. Asintió y entramos.
Buscamos un sitio tranquilo, dentro de lo que cabe teniendo en cuenta que era un pub, junto a unas mesas. Cuando Catherine se deshizo del abrigo, Sam la devoró con la mirada. Al ver que yo le había pillado desvió la vista y se apartó el flequillo de la frente con un movimiento de cabeza. Katy me preguntó algo que no había entendido y me incliné para escucharla mejor.
- ¿Que qué te parece la ciudad? - Repitió.
Intercambiamos unas cuantas frases más hasta que la charla murió debido, en gran parte, al volumen de la música. No era el sitio más adecuado para intentar mantener una conversación.
Los tres se pusieron a bailar sin alejarse del lugar en el que habíamos dejado los abrigos y los bolsos de las chicas y yo movía los brazos y la cabeza en un intento de seguirles el ritmo. Katy miraba de vez en cuando hacia la puerta de entrada del pub. Trataba de disimular dando la vuelta sobre si misma o sacudiendo la cabeza al compás de la melodía, pero resultaba evidente. Sam, en cambio, lo único en lo que parecía estar interesado era en Catherine, y eso no tenía nada que ver con mi celosa imaginación. La observaba mientras ella bailaba y trataba de llamar su atención con ridículos movimientos a los que mi novia respondía con una sonrisa de cortesía o incluso, a veces, los ignoraba acercándose más a mi.
Al cabo de un rato, se acercó un chico moreno con un pendiente negro en la oreja y un tatuaje en el cuello y les saludó. Catherine le dijo algo al oido y me señaló, después se acercó a mi.
- Este es Adam. - Le estreché la mano. - Ahora conoces oficialmente a mis compañeros de clase más cercanos. - Me sonrió.
Se unió a nosotros y me fijé en la forma en que Katy le miraba e intentaba que Adam bailara con ella. Él le seguía el juego pero pronto se alejaba.
- Voy a por una copa, ¿vosotros vais a tomar algo? - Preguntó el recién llegado. Katy asintió. Después de experimentar mi primera resaca no me apetecía repetir la experiencia pero tenía ganas de beber algo. Me recordé que la clave estaba en la moderación. Antes de que pudiera responder, Catherine habló por mi.
- Todavía no. - La miré y me devolvió la mirada. - Alguien tiene que quedarse con nuestras cosas.
- ¿Y tú, Sam? - Negó con la cabeza como respuesta. Adam se dio media vuelta y Katy lo siguió a través de la pista, poniéndole una mano en el hombro.
- ¿No bebes? - Le pregunté al rubio.
- Tengo que conducir. Alguien tiene que ser el responsable. - Respondió con mal disimulado orgullo. Me contuve para no contestarle.
- Me voy a sentar un rato. - Dije en su lugar. Catherine y Sam se quedaron en el mismo sitio hasta que la canción cambió. Mi chica se balanceaba sin mucha motivación, le murmuró algo a Sam y se sentó a mi lado.
- ¿Te duele la pierna? - Dirigió su mirada hacia mi rodilla y de nuevo la subió hasta mis ojos. Sam se quedó de pie, apoyado en la pared junto a la mesa, parecía que se le hubieran quitado las ganas de bailar.
- Ahora mismo no. - Catherine se había alisado el pelo y le enmarcaba el rostro llegándole hasta el cuello.
- ¿Cómo te lo estás pasando?
- Bien. - Respondí sin mucha convicción. En realidad me estaba aburriendo. Sus ojos se desviaron momentáneamente hacia mis labios.
- La noche acaba de empezar, dale tiempo a que mejore. - Nos besamos. - Y siento haber hablado por ti antes.
- Querías que Katy y Adam estuvieran a solas, ¿verdad?
- ¿Tan evidente es? - Se sorprendió. - Yo tardé varios meses en darme cuenta.
- Bastante. ¿Adam le corresponde?
- Ni idea. - Se encogió de hombros. - ¿A ti qué te parece, señorito observador?
- No estoy seguro, pero la primera impresión es que no.
- Pobre Katy... - En ese momento llegaron y Cath y yo nos quedamos sentamos observando los pequeños detalles que les delataban a ambos: un roce de hombros por parte de Katy, la mirada de Adam paseando por todas partes pero sin detenerse en ella, el que ella se pegara a Sam esperando una reacción por su parte sin resultado alguno...
- Pobre Katy. - Repitió mi novia. Me dio unas palmaditas en la rodilla buena. - ¿Vamos a la barra?
Asentí, se lo comentó a los demás y, tal y como había hecho Adam hacía un momento, me abrí paso mientras Catherine se quedaba a mi espalda, sin soltarse de mi mano. Entre la multitud vi a Elaine bailando entre dos chicos justo en el momento en que el que estaba detrás se restregaba contra su trasero. Elaine nos vió también, les mumuró algo y se acercó a nosotros.
- ¿Pero qué ven mis ojos, vosotros en un pub? - Parecía sorprendida.
- Celebrando el final del cuatrimestre. - Aclaró Catherine alzando la voz por encima de la música.
- Así me gusta, chica. Por cierto... - Se le acercó, le rodeó el cuello con los brazos y le habló al oido. Pensé que le iba a contar lo de nuestro beso pero pronto lo descarté, ella había sido la primera en no querer contárselo. Cath asintió, sonrió y luego la que le habló al oido fue ella.
Los dos chicos se nos acercaron. El que se había restregado con Elaine llevaba una camisa azul estampada y el otro, más ancho y alto, llevaba una camiseta de manga corta con cuello en uve, marcando músculo. El primero le dio unos golpecitos en el hombro a Elaine.
- ¿Dónde está tu educación, cielo? No seas zorra y preséntanos a tus amiguitos. - Le reprochó.
- Perdona, reinona, no sabía que te tuviera que presentar a todos con los que hablo. - Replicó ella.
- A todos no, él quiere conocer solo a los guapos. - Intervino el de los músculos, mirándome. Me sentí incómodo. Elaine puso los ojos en blanco.
- Chicos, estos son Catherine y Dean. - Nos presentó y me saludaron con dos besos en las mejillas.
- ¡Qué bien hueles! - Susurró el de la camisa estampada al alejarse.
- Y aquí tenéis a Fay - el de estampados - y Leandro. - El musculitos.
Fay gritó, llevándose una mano al pecho.
- ¡Ay, me encanta esta canción!
- ¿Puedes ser un poco menos gay, por favor? - Le criticó Leandro. - Después te quejas de los estereotipos.
- Lo que me tienes es envidia, porque soy una diva y tú no. - Fay cogió a Elaine de la muñeca. - Vamos, nena.
- Pasadlo bien. - Nos dijo nuestra compañera y le guiñó un ojo a Catherine. Se despidió de nosotros con la mano que tenía libre y siguió bailando con sus amigos.
- ¿Qué te ha dicho? - Pregunté. Catherine sonrió enigmática y tiró de mi mano hasta llegar a la barra. Pedí nuestras bebidas y me volví hacia ella. - ¿No me lo vas a decir?
- Todavía no. - Volvió a sonreir y me besó. - Por cierto, has triunfado entre los amigos de Elaine. - Soltó una carcajada.
- No me lo recuerdes, ¿te has fijado en cómo me ha mirado Fay? - Reprimí una mueca.
Volvimos a la mesa y el grupo había crecido. Adam había traido a algunos de sus amigos y nos los presentó.
Habían pasado dos horas desde que habíamos entrado y el pub estaba cada vez más lleno. Fui hacia el servicio, aguantando los empujones de los que bailaban y dando unos cuantos para despejar el camino. Por fin me encontraba ante la puerta de los lavabos, se abrió y salió Elaine, recolocándose la parte baja de su camiseta gris oscura de tirantes, en la que había un tigre rugiendo, sobre unos ajustados pantalones rojo oscuro. Miré el cartel, pensando que me había equivocado, pero no, era el servicio de los chicos.
- Hey. - Me saludó con un asentimiento de cabeza con total naturalidad. Leo salió detrás de ella, metiéndose la camisa por dentro de sus vaqueros. Fue a decirle algo pero entonces me miró.
- Espera, yo te conozco. - Se volvió hacia Elaine. - ¿No es el tipo con el que estabas en el restaurante cuando nos conocimos?
- El mismo. - Dije.
- Yo soy Leo. - Me tendió la mano.
- Dean. - Se la estreché un poco asqueado. A saber lo que había estado haciendo con esa mano... Hubo un silencio incómodo. - Bueno, sigo con lo mio. - Señalé el servicio. - Disfrutad de la noche.
- ¿Quieres saber qué me dijo Elaine? - Me preguntó Catherine. Estábamos sentados junto a la mesa, Katy y un amigo de Adam estaban a nuestro lado, charlando. Ella miraba hacia su amado de reojos aunque él estaba bastante entretenido con el resto de sus colegas. Asentí.
- Que ella no va a dormir esta noche en casa y no llegará hasta mañana por la tarde, dice que nos avisará de todas formas antes de subir. - En su rostro apareció una sonrisa pícara. Dibujó un camino serpenteante en mi pecho con su dedo. - Eso significa...
- Que tenemos la casa para nosotros solos. - Terminé la frase por ella, con una media sonrisa.
- Y no tengo que estudiar, ni que madrugar al día siguiente. - Cruzamos una mirada. Los dos estábamos pensando en lo mismo pero ella reaccionó primero. - ¿Nos vamos?
Asentí y nos despedimos de sus amigos poniendo de excusa que estábamos cansados. Cogimos nuestros abrigos y nos fuimos. Nos besamos nada más salir del pub y caminamos hacia el piso a un paso más rápido de lo normal mientras intercambiábamos miradas y cortos besos. Se puso a buscar las llaves en el bolso mientras yo le apartaba el cabello y le recorría el cuello con los labios. Consiguió abrir la puerta del portal y llamamos al ascensor. Una vez dentro, los besos se hicieron más ardientes y los abrigos sobraban. Le recorrí la espalda y el trasero con mis manos y la pegué más a mi. Ella acarició la forma de mi espalda y mi estómago bajo la camisa. Llegamos al rellano, le quité las llaves de las manos y abrí la puerta del piso.
Nada más entrar, tiramos nuestros abrigos sobre el sofá y continuamos por donde lo habíamos dejado. Se quitó los zapatos y yo la camisa de cuadros apenas separando nuestros labios unos segundos. Como iba andando de espaldas, me choqué con la mesa del comedor y me di cuenta de que no podría esperar hasta llegar a la habitación. Catherine pareció pensar lo mismo, apartó el adorno que había sobre la mesa y tiré de sus medias hacia abajo. Ella me ayudó a quitárselas y la subí a la gruesa mesa de madera. Me bajé los pantalones y me acogió entre sus piernas. A los pocos minutos Catherine habló.
- ¿Cuánto hacia que no...? - Su frase se convirtió en un gemido.
- Demasiado. - Respondí cuando me concentré en lo que había dicho.
Cuando terminamos, Catherine se tumbó sobre la mesa, con una pierna colgando del filo y la otra flexionada y yo me senté en una de las sillas que habíamos apartado de nuestro camino.
- Te prometo que la próxima vez me organizaré mejor. - Dijo cuando recuperó el aliento.
- ¿Qué?
- Con los exámenes. Tendré tiempo para todo. - Hizo otra pausa. - No lo hemos hecho desde el día que volviste del pueblo, ¿verdad? Cuando nos pilló Elaine en el sofá.
Asentí, luego me di cuenta de que no me podía ver desde su posición.
- Sí, un mes o así.
- Vaya... Ha parecido más tiempo. - Acerqué la silla para verle el rostro. Estaba reluciente.
- Dímelo a mi. - Le sonreí. Alargó un brazo y me cogió de la mano.
- Pobrecito mio.
Fui a beber agua y volví a la silla junto a la mesa. Catherine se había sentado en el borde de esta y las piernas le colgaban, sin llegarle al suelo. Tenía la camiseta fuera de la falda y todos los botones abierto excepto uno.
- Pues ahora tenemos que recuperar el tiempo perdido. - Me dijo con una sonrisa. - En todos los sentidos.
Se levantó y se sentó sobre mi, con un brillo de lujuria en sus ojos.
- ¿Silla, sofá o cama? - Preguntó con una sonrisita traviesa.
- ¿Qué te parece silla, sofá y cama? - Respondí con una media sonrisa haciendo hincapié en la y. Rió.
- ¿A qué estamos esperando? - Nos besamos lentamente, saboreando la intimidad de ese momento.