Tras recuperarme de la discusión con Nigel, llegué al punto de encuentro con mis amigos más tarde de la hora acordada. Sus palabras aún resonaban en mi mente.
- ¡Hombre, por fin apareces! - Dijo John.
- Perdón, me he entretenido. - Anne me dirigió una mirada significativa que traté de ignorar. - Bueno, ¿vamos? - Pregunté.
Entramos en un bar de estilo irlandés. Su fallada estaba decorada con ladrillos y en su interior había una gran pantalla en la que ponían videos de canciones. La luz era tenue, creando un ambiente íntimo y acogedor. Había una mesa de billar en un rincón al fondo del local a la que fuimos tras pedir algo de beber.
- ¿Qué hay de Darren y Charlotte? - Pregunté tras un par de tiradas.
- Darren vuelve a Francia dentro de dos días. - Respondió Anne seria. - Espero que nos visite de vez en cuando.
No sabía qué decir, las relaciones a distancia eran difíciles y más estando en países distintos.
- Siempre podéis mantener el contacto por Internet. - Propuse. Asintió, componiendo una sonrisa.
- Eso sí.
- ¿Y tú, John? - Continué. - ¿Qué tal con Charlotte? - Él sonrió con timidez.
- Nos hemos visto hace un rato y hemos vuelto a quedar mañana.
- ¿Entonces se puede decir que estáis oficialmente juntos? - Intervino Isabelle.
- Solo llevamos tres días, todavía es pronto para decirlo. - Hizo una pausa. - Pero, vamos, sí, yo creo que sí. - Se quedó ensimismado perdiéndose en sus pensamientos con una sonrisa bobalicona. Isabelle miró su móvil y escribió algo en él. Era mi turno para tirar.
- Bueno, Catherine, - habló Anne - ¿qué pasa entre tú y Nigel? - El taco se me resbaló hacia un lado, apenas rozando la bola blanca, que se dirigió al lado contrario al que quería mandarla. Negué con la cabeza, incorporándome.
- Entre Nigel y yo ya no hay nada. - Afirmé segura. Tras nuestra última conversación me había quedado bien claro que lo nuestro no iba a funcionar, a menos que yo me olvidara de Dean y él de cualquiera de las otras chicas que se cruzaban en su camino. Y eso no iba a pasar, o al menos no por ahora.
- ¿Ya? ¿Eso significa que tuvisteis algo? - Preguntó John. En las pocas ocasiones en que les había visto durante el corto periodo de tiempo en el que había estado con él, no les había mencionado a Nigel, una muestra más de que no me importaba lo suficiente o de que me sentía culpable.
- Fue algo raro. - Respondí. - Nada serio, solo besos y poco más. - Se me puso la piel de gallina al recordar su aliento en mi cuello. - Lo nuestro no estaba hecho para durar...
Me pregunté si habría más chicos en mi vida, uno con el que durara de verdad, pero me era imposible imaginarme de forma seria con algún otro que no fuera Dean y eso me frustraba. No podía ir en su busca, me había dejado bien claro que necesitaba estar a solas y yo me había comprometido a respetar su decisión. ¿Y si Nigel tenía razón y Dean había encontrado a otra chica? No podría enfadarme con él por ello, ya no estábamos juntos. Suspiré. La tenue música de fondo llenaba el local y el taco de billar de Isabelle hizo un ruido sordo al golpear la bola blanca.
- Mejor, ese tipo no te convenía. No me cae bien. - Opinó John.
- Estoy de acuerdo con él, Catherine. Nigel no me daba buenas vibraciones. - Le apoyó Isabelle.
- ¿Ves? No soy la única que lo piensa... - Concluyó Anne.
Les miré sorprendida y, sin saber por qué, algo molesta.
- No sabía que no os gustaba. - Agradecía su sinceridad, aunque llegara un poco tarde. Seguramente me hubiera acercado a Nigel dijeran lo que dijeran.
- No nos lo habías preguntado. - Dijo John, tirando. La bola de rayas a la que le había dado con la blanca se metió en la tronera sin esfuerzo alguno.
- Tampoco habíamos hablado así de él antes. - Murmuré, encogiéndome de hombros. El móvil de Isabelle volvió a sonar y lo miró con una sonrisa. Llevaba toda la tarde con él en la mano y, aunque nos escuchaba y participaba en nuestra conversación, parecía ausente.
- Mirad lo que me acaba de enviar Jack. - Nos enseñó una foto de él con la capucha de la sudadera puesta, cerrada casi del todo. Parecía un esquimal. Nos reímos.
- ¡Qué le gusta hacer el tonto! - Dije, entonces caí en la cuenta. - Oye, ¿desde cuándo tienes el número de Jack?
- Me lo dió el último día del torneo de baloncesto. No sé cómo se le ocurren tantos temas para hablar, siempre tiene algo que decir. - Se guardó el móvil en el bolsillo, este volvió a sonar y puso los ojos en blanco. - Lo que yo decía, tiene respuesta para todo.
- Es un buen chico, además es gracioso y muy simpático. - Añadí. - ¿No te parece?
- Sí, aunque no le conozco mucho. - Miró la contestación de Jack disimulando una sonrisa.
- ¿Sabes? Creo que lleva mucho tiempo detrás tuya. Deberías darle una oportunidad... - Sugerí. Me miró, levantando una ceja.
- Sin presiones, me gusta ir poco a poco. - Asentí, dispuesta a no insistir más. Bastante tenía con estropear mis relaciones como para hacerlo con las de los demás.
La puerta del bar se abrió, entrando un hombre de mediana edad de pelo entrecano, mi padre. Le observé caminar con paso tranquilo y seguro hasta la barra. Hacía mucho que no le veía, ¿dónde habría estado metido todo ese tiempo? Fruncí el ceño.
- Ahora vuelvo. - Les dije a mis amigos. Dejé el taco apoyado en la pared y fui hacia él. Había engordado y repiqueteaba con los dedos de forma nerviosa sobre la madera. - Mira quién ha aparecido por aquí.
- ¡Cathy! - Se volvió hacia mi con una sonrisa sorprendida. - ¿Cómo te va todo? - El camarero le sirvió una cerveza.
- ¿No tienes bastante con ser adicto al juego que ahora te vas a volver alcohólico? - Tomó un trago del vaso.
- Por una vez te equivocas, hija. - Parecía estar de buen humor. - ¿Sabes de dónde vengo? De un centro de ludopatía. - Le miré sorprendida. - Exacto, aún llevo poco tiempo pero hace una semana y dos días que no piso un casino, una sala de juegos o algo parecido.
- Me... alegra oír eso. - Dije perpleja. Me senté en el taburete que estaba a su lado. Seguía moviendo los dedos como si estuviera tecleando sobre la barra, supuse que sería un tic por la abstinencia. - ¿Por qué no nos lo habías dicho antes a mamá o a mi?
- Quería estar completamente seguro de que mi problema con el juego estuviera acabado antes de contároslo a ninguna de las dos. - Dejó sus dedos quietos cuando se dió cuenta de que le miraba y colocó las manos sobre el regazo.
- ¿Crees que lo conseguirás? - Se encogió de hombros, dándole otro sorbo a su bebida.
- Con esfuerzo y perseverancia todo se puede. - Me dedicó una sonrisa y le respondí con otra. - Y, cuéntame, ¿qué es de ti?
- Bueno... - No sabía por dónde empezar. - Dentro de poco me iré a la universidad. - Asintió, complacido. - Está un poco lejos pero me vendrá bien.
- ¿Cómo llevas lo de tu novio? - Abrí la boca para responder, entonces recordé que mi padre no lo sabía.
- Dean está vivo. - Sonreí vagamente. - Se equivocaron, le dieron por muerto cuando no era así.
- Cuánto incompetente hay suelto... - Sacudió la cabeza. - Te podrían haber ahorrado todo ese disgusto.
- Desde luego.
- Pero me alegro. Ese chico se ve que te quiere. - Tragué saliva.
- Ya no estamos juntos. - Bajé la mirada. Se quedó en silencio durante un momento.
- No te preocupes, esas cosas pasan. - Me palmeó la rodilla. - Y, ¿qué vas a estudiar? - Cambió de tema y lo agradecí.
Estuvimos charlando durante un rato. Hasta que fui consciente de que mis amigos ya habían terminado la partida de billar.
- Tengo que volver con mis amigos. - Dije señalándoles. No quería bajar la guardia de nuevo con él. - Suerte con la rehabilitación, se que puedes hacerlo.
- Gracias. - Me acercó con un brazo y me dio un beso en la cabeza. - Si necesitas cualquier cosa me gustaría que contases conmigo. - Asentí. Volví a la mesa de billar con una nueva chispa de esperanza.
lunes, 28 de octubre de 2013
CAPÍTULO 17 - SALIDA DE AMIGOS
martes, 22 de octubre de 2013
"Cuando te amas, te aceptas, sabes que mereces lo mejor, lo asumes, lo crees y lo proyectas y es entonces cuando la vida, Dios, el universo, la fuente, trae hacia ti nuevas oportunidades y los sueños dejan de ser efímeros y se tornan realidades."
lunes, 21 de octubre de 2013
CAPÍTULO 16 - DURAS PALABRAS
Miré una vez más la página de la universidad a la que iba a ir, tratando de informarme lo máximo posible para que me fuera más fácil adaptarme a ella. En dos semanas iría a otra ciudad, tendría que empezar desde cero y aprender a ser independiente y autosuficiente. Estaba deseando que llegara ese momento y, a la vez, algo aterrada.
Mi móvil sonó, me habían hablado por el chat. Pensaba que se trataba de mis amigos comentando algo de nuestra quedada de esa misma tarde pero era Nigel.
- Hola, preciosa. ¿Qué haces? - Preguntó. Me había hablado en varias ocasiones esta última semana pero le había estado dando largas y él no había insistido demasiado. Quería saber exactamente lo que sentía antes de volver a verle. No quería darle falsas esperanzas aunque dudaba de que él sintiera realmente algo por mi.
- Nada interesante. - Respondí.
- ¿Eso significa que nos podemos ver? Te tengo que dar algo que no se puede enviar por aquí.
- Creo que sé a lo que te refieres... - ¿Solo quería que quedásemos para besarnos o qué?
- Puede ser... ¿Estás en casa?
- Si, pero he quedado con mis amigos en una hora.
- No te preocupes, será rápido. - Arqueé una ceja.
Me preparé apresuradamente, calculando el tiempo que tardaría en llegar. Terminé de arreglarme justo en el momento en el que sonó el timbre. Bajé las escaleras y abrí la puerta.
- Hola. - Le saludé.
- Hola, por fin nos vemos. - Alzó ambas cejas para bajarlas de nuevo. - Tengo algo para ti. Extiende las manos y cierra los ojos. - Le obedecí y noté un peso ligero en ellas, su textura me era familiar. Abrí los ojos.
- Mi monedero. - Dije algo sorprendida.
- Se te cayó en mi coche. Te lo hubiera dado antes pero al parecer esta semana has estado algo ocupada. - Inventar excusas no se me daba nada bien. - ¿No lo habías echado en falta?
- La verdad es que no... - Me sentí mal por haber malinterpretado sus intenciones. - Gracias. ¿Y no me podrías decir simplemente que querías devolverme mi monero? - Se encogió de hombros.
- Me gusta darle un toque de misterio. - Me miró con una sonrisa ladeada. Le respondí con otra sonrisa.
- Em, ¿quieres pasar? - Dudó. - Ya que has venido solo para traerme esto lo menos que puedo hacer es invitarte a mi casa.
Aceptó y entró con paso tímido pero seguro. Cerré la puerta. El teléfono sonó y miré la pantalla en la que salía el número.
- Otra vez los de la compañía de teléfono, siempre están llamando para vendernos algo nuevo. ¡Qué pesados!
- Déjame a mí. - Se ofreció Nigel, descolgó el auricular y empezó a hablar en árabe inventado. Se alejó el teléfono de la oreja. - Me han colgado. - Puso un puchero y reí.
- A ver si con eso dejan de llamar. - Dije. Nigel contempló el interior de mi casa.
- ¿Estás sola?
- Sí, mi madre ha tenido que ir a trabajar. - Hizo ademán de preguntar algo más, seguramente por mi padre, pero se contuvo y lo agradecí. No había vuelto a saber nada sobre él desde que le pillé robando el reloj de bolsillo de Dean.
El tono de llamada de mi móvil se escuchó en la planta de arriba. ¿Pero esto que era, el día de las llamadas?
- Mi móvil. Ven si quieres. - Caminé por la escalera con rapidez y vi como Nigel me seguía, subiendo los escalones de dos en dos. Cogí mi teléfono, que había dejado sobre mi cama.
- ¿Si?
- ¡Hola! Cath, ¿tú tienes mi camiseta de mangas cortas con las letras rojas? - Contestó Anne. - Esa que es blanca y se ve la silueta de una ciudad.
- Mm... Sí, creo que te la dejaste en mi casa la última vez que dormiste aquí. - Nigel me miró con curiosidad. - Voy a ver. - Abrí uno de escalones más bajos de mi cómoda. - Sí, aquí está. ¿Te la llevo esta tarde?
- No te preocupes, no hay prisa, solo quería saber que no la había perdido.
- Me esperaba más libros. - Comentó Nigel observando mi estantería. Se llevó una mano a la boca cuando se dio cuenta que seguía hablando por teléfono.
- ¿Ese quién es? - Preguntó Anne.
- Bueno, entonces te la llevo esta tarde.
- Es Nigel, ¿a que sí?
- Exactamente. - Soltó un grito de sorpresa y se rió. Tuve que alejarme el auricular de la oreja.
- ¡Lo sabía! ¿Y qué hace ahí? Tienes que contarme muchas cosas, cariño.
- Sí, lo sé.
- ¡Más os vale tener cuidado! No quiero sobrinitos provenientes de ese tipo, ¿vale?
- No digas tonterías, anda. Nos vemos dentro de un rato. Adiós. - Colgué. ¡Qué loca!, pensé sonriendo para mi.
- ¿Qué decías? - Me volví hacia Nigel.
- Que me esperaba más libros. - Señaló la estantería.
- Tengo más lo que pasa es que no me caben ahí. Están en cajas o en las estanterías del salón. - Asintió y recorrió los lomos con un dedo.
Saqué la camiseta de Anne del cajón y vi que bajo ella estaba la sudadera roja que me había dado Dean. Lo cerré de golpe. Cada vez que parecía que conseguía olvidarme de él había algo que me lo volvía a recordar. Nigel me miró.
- Se me ha escapado el cajón. - Me excusé.
Siguió observando los lomos. Se paró en uno que era más fino y alto que los demás. Le fui a detener pero ya era demasiado tarde.
- Feliz segundo aniversario, Dean. - Leyó en voz alta. Se volvió hacia mí y bajé la mirada.
Sin decir nada, se alejó de la estantería y miró las fotos que había colocadas en el tablón de corcho.
- ¿De qué vas disfrazada aquí? - Señaló una.
- De mosquetera. Las personas que nos veían se pensaban que éramos piratas. - Sonreí al recordarlo.
- Te sienta bien el sombrero.
- Gracias. - Siguió observando las imágenes una por una.
- Esa fue en tu graduación, ¿verdad? - Indicó otra en la que salía con Anne.
- Sí.
- La primera vez que nos vimos. - Asentí. - La primera vez que bailamos. - Continuó. Se giró hacia mí y colocó sus manos en mi cintura. Asentí de nuevo. - Parece que hace mucho tiempo de eso.
- A mi también me lo parece. - Colocó mi mano en su hombro y la otra la tomó entre la suya.
- Estabas muy tensa esa noche. - Como para no estarlo. Un desconocido, que en un primer momento me había parecido mi novio fallecido, me estaba sacando a bailar.
- No esperaba que me fueras a sacar a bailar. - Nos movimos como si la música estuviera sonando. Apoyé la cabeza en su hombro, alegrándome de que hubiera venido.
- Tengo un buen recuerdo de mi graduación. - Alcé la vista sonriendo, nuestras miradas se cruzaron y, poco a poco, nuestros labios se fueron acercando. Con besos lentos pero intensos nos movimos por mi habitación.
Despacio, nos tumbamos en la cama. Sentí su peso sobre mi cuerpo y su boca por mi cuello. Esta vez no era un sueño, él estaba en mi dormitorio, en mi cama, esto era real.
- Em... - Murmuré. Nigel alzó la cabeza y me miró, aguardando mi excusa esta vez.
- ¿Qué ocurre? - Preguntó. No sabía qué responder. - Es por Dean, ¿verdad? - Suspiró y se sentó en la cama.
Me senté también y mantuve la mirada baja. No era capaz de mirarle a la cara.
- Le sigues queriendo. - continuó.
- No se puede olvidar a una persona que ha sido tan importante en tu vida así como así.
- Si quisieras olvidarle ya te hubieras deshecho de esos recuerdos. - Dijo señalando el álbum.
- Es muy difícil tirar a la basura tantos buenos momentos. - Coloqué una mano en su hombro. - Pero tú consigues que deje de pensar en él.
Me lanzó una fría mirada con sus ojos azules.
- ¿Ahora quién está utilizando a quién? - Puso una sonrisa irónica. - Tú que decías que yo jugaba con las demás, que las ilusionaba y después las dejaba tiradas... - Se puso en pie, ofendido y se dirigió hacia la puerta. Le seguí.
- Nigel. Nigel, espera. - Puse una mano sobre su brazo, se dio media vuelta. - Nunca he querido jugar contigo, ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Lo siento si te lo ha parecido así. – Me lanzó una mirada reflexiva. - No creo que pueda olvidar a Dean, al menos no por lo pronto. Necesito más tiempo del que pensaba.
- ¿Crees que me voy a quedar esperando con los brazos cruzados esperando tu llamada? Te ha dejado, Catherine. Reacciona. - Bajé la vista. - ¿Por qué le sigues queriendo? ¿Crees que él no habrá encontrado ya otra chica con la que pasar el rato? - Su comentario me dolió más de lo que hubiera imaginado.
- Dean no es como tú, Nigel. Él me quiere. - O por lo menos lo hacía, pensé.
- ¿Entonces por qué cortó contigo? A las personas que se les quiere no se les deja. - Me encogí de hombros, incapaz de hablar. Tomé aire.
- Gracias por traerme el monedero y ahora será mejor que te vayas. - Asintió.
- En eso estamos de acuerdo. - Dijo y se marchó escaleras abajo con rapidez. Escuché la puerta cerrarse tras él y me sequé una lágrima que había resbalado por mi mejilla. Tal vez el problema no era Dean, ni Nigel, sino yo, experta en fastidiarlo todo, tal y como dijo Peter.
Mi móvil sonó, me habían hablado por el chat. Pensaba que se trataba de mis amigos comentando algo de nuestra quedada de esa misma tarde pero era Nigel.
- Hola, preciosa. ¿Qué haces? - Preguntó. Me había hablado en varias ocasiones esta última semana pero le había estado dando largas y él no había insistido demasiado. Quería saber exactamente lo que sentía antes de volver a verle. No quería darle falsas esperanzas aunque dudaba de que él sintiera realmente algo por mi.
- Nada interesante. - Respondí.
- ¿Eso significa que nos podemos ver? Te tengo que dar algo que no se puede enviar por aquí.
- Creo que sé a lo que te refieres... - ¿Solo quería que quedásemos para besarnos o qué?
- Puede ser... ¿Estás en casa?
- Si, pero he quedado con mis amigos en una hora.
- No te preocupes, será rápido. - Arqueé una ceja.
Me preparé apresuradamente, calculando el tiempo que tardaría en llegar. Terminé de arreglarme justo en el momento en el que sonó el timbre. Bajé las escaleras y abrí la puerta.
- Hola. - Le saludé.
- Hola, por fin nos vemos. - Alzó ambas cejas para bajarlas de nuevo. - Tengo algo para ti. Extiende las manos y cierra los ojos. - Le obedecí y noté un peso ligero en ellas, su textura me era familiar. Abrí los ojos.
- Mi monedero. - Dije algo sorprendida.
- Se te cayó en mi coche. Te lo hubiera dado antes pero al parecer esta semana has estado algo ocupada. - Inventar excusas no se me daba nada bien. - ¿No lo habías echado en falta?
- La verdad es que no... - Me sentí mal por haber malinterpretado sus intenciones. - Gracias. ¿Y no me podrías decir simplemente que querías devolverme mi monero? - Se encogió de hombros.
- Me gusta darle un toque de misterio. - Me miró con una sonrisa ladeada. Le respondí con otra sonrisa.
- Em, ¿quieres pasar? - Dudó. - Ya que has venido solo para traerme esto lo menos que puedo hacer es invitarte a mi casa.
Aceptó y entró con paso tímido pero seguro. Cerré la puerta. El teléfono sonó y miré la pantalla en la que salía el número.
- Otra vez los de la compañía de teléfono, siempre están llamando para vendernos algo nuevo. ¡Qué pesados!
- Déjame a mí. - Se ofreció Nigel, descolgó el auricular y empezó a hablar en árabe inventado. Se alejó el teléfono de la oreja. - Me han colgado. - Puso un puchero y reí.
- A ver si con eso dejan de llamar. - Dije. Nigel contempló el interior de mi casa.
- ¿Estás sola?
- Sí, mi madre ha tenido que ir a trabajar. - Hizo ademán de preguntar algo más, seguramente por mi padre, pero se contuvo y lo agradecí. No había vuelto a saber nada sobre él desde que le pillé robando el reloj de bolsillo de Dean.
El tono de llamada de mi móvil se escuchó en la planta de arriba. ¿Pero esto que era, el día de las llamadas?
- Mi móvil. Ven si quieres. - Caminé por la escalera con rapidez y vi como Nigel me seguía, subiendo los escalones de dos en dos. Cogí mi teléfono, que había dejado sobre mi cama.
- ¿Si?
- ¡Hola! Cath, ¿tú tienes mi camiseta de mangas cortas con las letras rojas? - Contestó Anne. - Esa que es blanca y se ve la silueta de una ciudad.
- Mm... Sí, creo que te la dejaste en mi casa la última vez que dormiste aquí. - Nigel me miró con curiosidad. - Voy a ver. - Abrí uno de escalones más bajos de mi cómoda. - Sí, aquí está. ¿Te la llevo esta tarde?
- No te preocupes, no hay prisa, solo quería saber que no la había perdido.
- Me esperaba más libros. - Comentó Nigel observando mi estantería. Se llevó una mano a la boca cuando se dio cuenta que seguía hablando por teléfono.
- ¿Ese quién es? - Preguntó Anne.
- Bueno, entonces te la llevo esta tarde.
- Es Nigel, ¿a que sí?
- Exactamente. - Soltó un grito de sorpresa y se rió. Tuve que alejarme el auricular de la oreja.
- ¡Lo sabía! ¿Y qué hace ahí? Tienes que contarme muchas cosas, cariño.
- Sí, lo sé.
- ¡Más os vale tener cuidado! No quiero sobrinitos provenientes de ese tipo, ¿vale?
- No digas tonterías, anda. Nos vemos dentro de un rato. Adiós. - Colgué. ¡Qué loca!, pensé sonriendo para mi.
- ¿Qué decías? - Me volví hacia Nigel.
- Que me esperaba más libros. - Señaló la estantería.
- Tengo más lo que pasa es que no me caben ahí. Están en cajas o en las estanterías del salón. - Asintió y recorrió los lomos con un dedo.
Saqué la camiseta de Anne del cajón y vi que bajo ella estaba la sudadera roja que me había dado Dean. Lo cerré de golpe. Cada vez que parecía que conseguía olvidarme de él había algo que me lo volvía a recordar. Nigel me miró.
- Se me ha escapado el cajón. - Me excusé.
Siguió observando los lomos. Se paró en uno que era más fino y alto que los demás. Le fui a detener pero ya era demasiado tarde.
- Feliz segundo aniversario, Dean. - Leyó en voz alta. Se volvió hacia mí y bajé la mirada.
Sin decir nada, se alejó de la estantería y miró las fotos que había colocadas en el tablón de corcho.
- ¿De qué vas disfrazada aquí? - Señaló una.
- De mosquetera. Las personas que nos veían se pensaban que éramos piratas. - Sonreí al recordarlo.
- Te sienta bien el sombrero.
- Gracias. - Siguió observando las imágenes una por una.
- Esa fue en tu graduación, ¿verdad? - Indicó otra en la que salía con Anne.
- Sí.
- La primera vez que nos vimos. - Asentí. - La primera vez que bailamos. - Continuó. Se giró hacia mí y colocó sus manos en mi cintura. Asentí de nuevo. - Parece que hace mucho tiempo de eso.
- A mi también me lo parece. - Colocó mi mano en su hombro y la otra la tomó entre la suya.
- Estabas muy tensa esa noche. - Como para no estarlo. Un desconocido, que en un primer momento me había parecido mi novio fallecido, me estaba sacando a bailar.
- No esperaba que me fueras a sacar a bailar. - Nos movimos como si la música estuviera sonando. Apoyé la cabeza en su hombro, alegrándome de que hubiera venido.
- Tengo un buen recuerdo de mi graduación. - Alcé la vista sonriendo, nuestras miradas se cruzaron y, poco a poco, nuestros labios se fueron acercando. Con besos lentos pero intensos nos movimos por mi habitación.
Despacio, nos tumbamos en la cama. Sentí su peso sobre mi cuerpo y su boca por mi cuello. Esta vez no era un sueño, él estaba en mi dormitorio, en mi cama, esto era real.
- Em... - Murmuré. Nigel alzó la cabeza y me miró, aguardando mi excusa esta vez.
- ¿Qué ocurre? - Preguntó. No sabía qué responder. - Es por Dean, ¿verdad? - Suspiró y se sentó en la cama.
Me senté también y mantuve la mirada baja. No era capaz de mirarle a la cara.
- Le sigues queriendo. - continuó.
- No se puede olvidar a una persona que ha sido tan importante en tu vida así como así.
- Si quisieras olvidarle ya te hubieras deshecho de esos recuerdos. - Dijo señalando el álbum.
- Es muy difícil tirar a la basura tantos buenos momentos. - Coloqué una mano en su hombro. - Pero tú consigues que deje de pensar en él.
Me lanzó una fría mirada con sus ojos azules.
- ¿Ahora quién está utilizando a quién? - Puso una sonrisa irónica. - Tú que decías que yo jugaba con las demás, que las ilusionaba y después las dejaba tiradas... - Se puso en pie, ofendido y se dirigió hacia la puerta. Le seguí.
- Nigel. Nigel, espera. - Puse una mano sobre su brazo, se dio media vuelta. - Nunca he querido jugar contigo, ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Lo siento si te lo ha parecido así. – Me lanzó una mirada reflexiva. - No creo que pueda olvidar a Dean, al menos no por lo pronto. Necesito más tiempo del que pensaba.
- ¿Crees que me voy a quedar esperando con los brazos cruzados esperando tu llamada? Te ha dejado, Catherine. Reacciona. - Bajé la vista. - ¿Por qué le sigues queriendo? ¿Crees que él no habrá encontrado ya otra chica con la que pasar el rato? - Su comentario me dolió más de lo que hubiera imaginado.
- Dean no es como tú, Nigel. Él me quiere. - O por lo menos lo hacía, pensé.
- ¿Entonces por qué cortó contigo? A las personas que se les quiere no se les deja. - Me encogí de hombros, incapaz de hablar. Tomé aire.
- Gracias por traerme el monedero y ahora será mejor que te vayas. - Asintió.
- En eso estamos de acuerdo. - Dijo y se marchó escaleras abajo con rapidez. Escuché la puerta cerrarse tras él y me sequé una lágrima que había resbalado por mi mejilla. Tal vez el problema no era Dean, ni Nigel, sino yo, experta en fastidiarlo todo, tal y como dijo Peter.
lunes, 14 de octubre de 2013
CAPÍTULO 15 - LA FIESTA DE LUKE (SEGUNDA PARTE)
Seguí a Nigel escaleras arriba. Recorrimos un largo pasillo hasta entrar en una habitación con balcón. Había varios trofeos de baloncesto, un póster de una chica ligera de ropa junto a un coche deportivo, un ordenador del último modelo sobre una mesa minimalista, una mullida cama, una estantería casi vacía y un cuarto de baño propio.
- Es la habitación de Luke. - Me explicó Nigel.
- Estoy en su fiesta y todavía no sé quién es. - Dije con franqueza.
- ¿No le conoces? ¿Dónde llevas metida todo este tiempo? - Preguntó sorprendido. Con Dean, pensé. No respondí, me dirigí hacia el balcón. Tenía forma de semicírculo y, a cada uno de los lados de la barandilla de piedra, había una columna de estilo romano.
La luna estaba llena y pequeñas estrellas le hacían compañía. La música apenas era unos compases en la lejanía y se podían escuchar algunos grillos en el jardín de abajo. A lo lejos se veía el mar, era una larga franja azul oscura junto a otra de tonos marrones.
- Fíjate, se ve la playa desde aquí. - Me asombré. La casa del tal Luke estaba apartada del resto de la ciudad, formaba parte de una selecta urbanización.
- Y deberías ver cuando amanece. Eso sí que es un espectáculo. - Se puso junto a mi, nuestros brazos se rozaron. Me aparté.
- Bueno, ¿vas a contarme qué ha pasado ahí abajo? - Se sentó en la ancha barandilla, apoyando la espalda en una de las columnas. Suspiré.
- Verás, he visto al mejor amigo de Dean, que, por cierto, me odia, - recalqué - y, si me hubiera visto contigo, hubiera confirmado una sospecha que él tenía desde hace tiempo y me niego a dejar que piense que tiene razón cuando no es así. - Explicado de esa forma parecía una tontería pero no pensaba entrar en más detalles.
- Pues no es una historia tan larga. - Comentó.
- Tienes razón. - Un soplo de aire fresco hizo que me estremeciera de frío. Se notaba que ya estábamos en septiembre. - Bueno, habrá que volver abajo.
Entré de nuevo en la habitación. Nigel se bajó de la barandilla y tiró de mi muñeca con suavidad.
- Pasa de ese tío. Si él cree que tiene razón pues que lo crea, tú sabes quién la tiene, ¿no? Pues ya está. - Le miré asombrada.
- Es un buen consejo. Te haré caso, pasaré de él. Total, va a seguir pensando lo mismo diga lo que diga así que... - Me encogí de hombros. - Gracias.
- Para eso estamos. - Me sonrió. El azul de su mirada hacia un contraste extraño con el tono violáceo que rodeaba su ojo.
- ¿Te duele? - Le rocé el rostro con las yemas de los dedos.
- He tenido heridas peores. - Puso una mano sobre mi mejilla y se inclinó, rozando mis labios con suavidad. Me alejé antes de que el beso se hiciera más intenso. - ¿Qué ocurre?
- Yo... no sé si deberíamos... - No sabía cómo continuar.
- ¿Por qué? - Entrecerró los ojos. - ¿Es por ese tipo del almacén?
- ¿Qué? ¿A quién te...? - Recordé su mirada interrogante al vernos salir a Barney, uno de los voluntarios, y a mi de ordenar el almacén. - ¡Ah! No. ¡¿Barney?! ¡No! - Reí ante la absurda idea de tener algo con ese chico, o mejor dicho hombre, que rondaba los 30 años. - ¿Pensabas que él y yo...? - La sorpresa dio paso al enfado. - ¿Por quién me tomas? No me voy enrollando con el primero que pasa, es más, sólo... - Iba a aclararle que el único chico con el que había estado era Dean y que él era el segundo chico al que había besado en toda mi vida pero decidí ahorrarme las explicaciones, no merecía la pena malgastar palabras. - Déjalo.
Me encaminé hacia la puerta pero me volvió a parar.
- Perdona, no quería faltarte el respeto. Es solo que os vi y pensé que...
- Pues pensaste mal. - Le corté. Crucé los brazos sobre el pecho. Me recorrió con la mirada.
- ¿Sabes? Estás preciosa esta noche. - Puse los brazos en jarras, sonrojándome a mi pesar. - Déjame que te vea.
Tiró de mis brazos y me hizo girar sobre mi misma.
- ¿Así está bien? - Pregunté molesta. Me sentía como un objeto de exposición.
- Lo que yo decía. - Dio unos pasos hacia mi, rodeándome por la cintura. - Preciosa. - Susurró a pocos centímetros de mi oído. Se me puso la piel de gallina y me mordí el labio.
Me rendí ante su mirada. Le rodeé el cuello con los brazos, besándole. Los besos se convirtieron en caricias y la temperatura en la habitación subió. La puerta se abrió de golpe y nos separamos.
- ¡Eh, no podéis estar aq...! - Se interrumpió el chico que acababa de entrar al ver a Nigel. Su pelo era de un rubio blanquecino y lo llevaba alzado en una larga cresta. Había una chica tras él a la que no soltaba de la mano. - ¡Ah, eres tú! Tío, ¿cuántas veces te lo he dicho? No quiero dormir en mi cama sabiendo que tú has estado desnudo en ella. - Me sorprendió su franqueza. ¿Eso significaba que Nigel ya había traído a más chicas a su dormitorio?
- Solo queríamos un lugar tranquilo para hablar. - Dijo Nigel.
- Sí, ya veo... - Me miró el chico rubio con una sonrisa, tenía la piel tan pálida que parecía albino, su cara era alargada y llevaba un pendiente negro en la oreja. Sus ojos eran de un azul apagado y había algo en él que me recordaba a Nigel.
- Ah. Catherine, te presento a Luke. - La voz de Nigel se llenó de orgullo al pronunciar su nombre. El chico me dio dos besos, era mucho más alto que Nigel y bastante más delgado. - Y ella es Sasha, su novia. - La saludé también. Hubo un silencio incómodo.
- Bueno, será mejor que... - Balbuceé, caminando hacia el pasillo.
- Sí, os dejaremos a solas. - Nigel me siguió. - ¿Pensarás en mi mientras lo estéis haciendo? - Le dijo a Luke antes de que cerrara la puerta en sus narices. Rió complacido al escuchar una grosera respuesta de parte del chico rubio.
Empezamos a caminar por el largo pasillo.
- Así que ese es el famoso Luke... - Nigel asintió. - ¿Sois familia o algo? - Soltó una carcajada.
- Hermanos. - Le miré incrédula. En ningún momento había dicho que esta era su casa ni que la fiesta la hacía su hermano. - Hermanos de distinta madre y padre. - Aclaró al ver la perplejidad reflejada en mi rostro. - Somos amigos desde que tengo memoria, nos hemos criado y crecido juntos. ¿Qué te ha parecido? - Añadió.
- Directo, muy directo. - Nigel asintió, sonriendo. - Oye, - no sabía cómo preguntárselo - ¿lo has hecho más veces? - Me miró como si fuera evidente. - Me refiero a llevar chicas a la habitación de Luke. - Me apresuré a decir. Se tomó su tiempo para responder y aminoró el paso.
- ¿De verdad quieres saberlo? - Preguntó a su vez, con una pequeña sonrisa traviesa dibujada en sus labios. Me rozó la mejilla suavemente con un dedo, miré sus labios.
- Supongo. - Respondí en voz baja. Colocó su mano sobre mi nuca, pegando su nariz a la mia.
- ¿Tú qué piensas? - Me costaba concentrarme con él tan cerca. El tono de Luke me había dado a atender que había llevado a más de una chica allí pero puede que estuviera bromeando.
- No sé qué pensar sobre ti. - Conseguí decir. Se apartó con una sonrisa ladeada y continuó andando. Me mordí el labio y le recorrí con la mirada. Mis sentimientos se contradecían. Por una parte, era dulce, atento y caballeroso, pero por otra, arrogante, irritante y un ligón, además sabía cómo tratarme. Esto último no sabía si era algo bueno o malo, me hacía sentir débil y maleable en sus manos.
Me había quedado atrás así que acelere el paso para alcanzarle. La casa era bastante grande y no quería perderme. Giró su rostro ligeramente hacia mi, mostrándome su hermoso perfil, y sonrió al ver que le seguía. Me puse a su altura y fuimos escaleras abajo. La música resonaba con fuerza.
- Voy a buscar a Leena. - Le dije. Debía de estar preocupada.
- ¿A quién? - Preguntó Nigel.
- A Leena, la chica con la que he venido a la fiesta. - Parecía no recordarla. - La que te pidió el autógrafo.
- Ah, vale. Estaré por aquí. - Asentí y me dirigí al salón, donde había un grupo jugando a la botella. Entre ellos no estaba Leena.
La encontré apoyada en una pared cercana, con la vista perdida entre la multitud.
- Leena, siento haberme ido así. No debí haberte dejado sola. - Me excusé.
- No te preocupes. - Se encogió de hombros. - ¿Sabes? Te puedes quedar a Nigel, todo tuyo. He encontrado a alguien mejor. - Suspiró con una sonrisa. - Está buenísimo y besa de una forma que te deja sin aliento y con ganas de más.
- Me alegro. - Dije perpleja. ¿Tan pronto había encontrado a otro chico?
- Mira, ahí viene. - Señaló con la cabeza y se apartó de la pared, agitando la mano. - ¡Hola, Peter!
Mi sonrisa se congeló en cuanto le vi. Le dio uno de los dos vasos que traía a Leena.
- ¿Conoces a Catherine? - Continuó ella. El rostro de Peter no mostró ninguna expresión pero su mirada de aborrecimiento lo decía todo.
- Claro, se puede decir que era - recalcó - una persona muy querida para un amigo. Hasta que ella lo fastidió todo. - Añadió.
- Peter, no sabes de lo que hablas. - Le dije cortante.
- ¿Ah, no? ¿No deberías estar con tu nuevo ligue?
- Es verdad, ¿dónde está Nigel? - Preguntó Leena. Le fulminé con la mirada. Lo que me faltaba para que Peter pensara que estaba en lo cierto.
- Cierto, ¿y Nigel? - Peter sonrió petulante. - ¿O al pobre ya lo has sustituido por otro? Eso es lo que suele hacer. - Le explicó a Leena.
- ¡Eso no es cierto! ¡No soy así! - Grité. - ¡Tú no sabes lo que ocurrió, lo mal que lo pasé! ¡Tú no sabes nada! - Estallé finalmente ante la cara de asombro de ambos. Me di media vuelta, furiosa, pasando entre los demás sin molestarme en disculparme.
Regresé al sitio donde Nigel y yo nos habíamos separado. Necesitaba hablar con alguien que me comprendiera y, para bien o para mal, él sabía exactamente lo que tenía que decir y hacer para tranquilizarme.
Lo encontré bailando, si es que a eso se le podía llamar bailar, con una chica con una melena rubia llena de perfectos y definidos rizos. Ella estaba de espaldas a él, pegando su cuerpo completamente al de Nigel, él la sujetaba por la cintura y asomaba su cabeza por el hueco de su cuello, mirando hacia su escote. Lo que me faltaba por ver.
Debí de llamar su atención de alguna forma porque Nigel alzó la cabeza hacia mi. Desvié la mirada para evitar que viera reflejado mi dolor en ella y salí corriendo, ignorando las miradas de curiosidad que me echaban los invitados. Necesitaba largarme de allí cuanto antes.
Me detuve junto a la verja de la entrada de la casa de Luke, sin aliento. Las lágrimas se habían derramado por mis mejillas y me las limpié con rabia. ¿Llorar por ese idiota? Ni hablar.
- Catherine. - Escuché la voz de Nigel detrás de mi, empecé a caminar sin saber hacia dónde me dirigía. - Catherine, espera.
Me alcanzó con facilidad y tiró suavemente de mi brazo. Me giré y le mantuve la mirada. Parecía haberse quedado sin habla al ver mi expresión dolida.
- ¿Qué quieres? - Le pregunté secamente.
- No te pongas así, solo ha sido un baile. - Lo nuestro también había sido "solo un baile" al principio.
- Más que un baile parecía otra cosa. ¿Por qué no la subes a la habitación de Luke? ¿O es que ya lo has hecho?
- No seas así. Se me acercó y empezamos a bailar. ¿Qué querías que hicieras? - ¿Decirle que ya tenías a alguien con quién bailar, tal vez?, pensé.
- Mira, olvídalo. Ya veo que no lo entiendes. - Le di la espalda.
- Si me lo explicaras... - Me echó en cara. Le miré, sentía como si fuera a explotar de nuevo.
- Se supone que si estás interesado en una persona no tonteas con otra. Ni siquiera se te pasa por la cabeza. Pero claro, para ti yo no significo nada, ¿verdad? Solo soy una de las chicas con las que bailas, y a las que besas, y a las que ilusionas, para después dejarlas tiradas y... - con el corazón roto, fui a decir pero como una palabra más saliera de mi boca rompería a llorar y no le iba a dar ese gusto.
- Adiós. - Me di media vuelta y caminé por la acera pensando en cómo volvería a casa sin coche y sin conocer esta zona. Podría llamar a mi madre para que me recogiera pero no quería que se preocupara.
Al rato apareció Nigel en su coche rojo y condujo siguiéndome el paso.
- Estas calles son muy solitarias por la noche, déjame que te lleve a casa.
- Esta vez no me vas a convencer. - Le dije sacudiendo la cabeza.
- Tengo que compensarte de alguna forma. Por favor, sube. No me perdonaría que te pasara algo por mi culpa.
Con un suspiro de resignación entré en su coche. Ninguno de los dos comentó nada durante la mayor parte del trayecto.
- Yo... pensaba que teníamos algo. - Hablé una vez que me hube calmado.
- ¿Y ya no? - Movió el volante siguiendo una curva.
- No lo sé, dímelo tú. - Guardó silencio. Giró en una calle a la derecha. - ¿Qué somos?
Paró en la acera frente a mi casa.
- No me gustan las etiquetas. - Me miró.
- ¿Eso significa que me podría enrollar con quién quisiera sin que te molestara? - Pregunté.
- Supongo que me molestaría. - Respondió tras pensarlo un momento.
- Entonces tú tampoco podrías enrollarte con otras, es lo justo. ¿Qué sientes por mi?
- ¿Necesitas tener un nombre para llamar a todo? ¿No podemos simplemente disfrutar del momento? ¿Sin etiquetas, sin preocupaciones, ni usar palabras como novio, rollo o lo que sea? - Sopesé esa idea.
- Tendría que pensármelo. - Bajé la vista, tratando de verlo desde su punto de vista. Colocó sus dedos en mi barbilla y me hizo alzar la cabeza.
- No pienses, solo déjate llevar. - Me perdí en su mirada y por un momento me olvidé de Dean, del estúpido de Peter y del dilema que me producía Nigel cada vez que le veía.
Nos besamos sin prisa, disfrutando del beso en sí, sin pensar en lo que significaba, en lo que dirían los demás o en lo que éramos. Puso una mano sobre mi rodilla y empezó a subirla por mi muslo, levantando mi falda. Hice un esfuerzo por no pensar, por dejarme llevar, como había dicho él. Pasé por encima de la palanca de cambios y me senté sobre él. Mi bolso cayó en la alfombrilla del asiento del copiloto, desparramando los objetos de su interior por el suelo. Fui a recogerlo pero Nigel me paró.
- Ya lo harás luego. - Continuamos con el beso. Nigel me desabrochó la camisa, esta vez la que le detuve fui yo.
- Espera. ¿Vamos a hacerlo aquí, en tu coche, delante de mi casa, donde está mi madre?
- Tienes razón. Iremos a un lugar más apartado donde no nos vea nadie. - Me mordí el labio.
- Creo que deberíamos dejarlo por hoy. - Me bajé de su regazo y recogí mis cosas del suelo, guardándolas de nuevo en el bolso. Me abotoné la camisa.
- ¿Estás segura? - Pasó un dedo por mi mejilla, dibujando su contorno y me miró de forma seductora. Me dio un beso lento y se quedó a pocos centímetros de mi rostro, esperando una respuesta. Sacudí la cabeza, sonriendo.
- No me tientes. - Le di un golpecito en la nariz con el dedo y me bajé del coche, colocando mi falda a la altura que correspondía.
Antes de entrar en casa, me remetí la camisa. Mi madre estaba en el salón, viendo una de las repetidas películas que echaban en televisión.
- Hola, cielo. Qué pronto has vuelto.
- Si, estas fiestas no son lo mío. - Le di un beso en la mejilla. - Voy a ponerme cómoda.
Subí a mi habitación y recibí un mensaje de texto en mi móvil. "¿Dónde te has metido?", me preguntaba Leena. "Estoy en casa. No te preocupes por mi y disfruta de la fiesta." Lo envié, aunque dudaba que se preocupara realmente por mi.
Me aseé, me puse el pijama y me fui a la cama. Había sido un día intenso y estaba agotada y echa un lío. ¿Le gustaba a Nigel o no? Supuse que sí, sino no se hubiera molestado tanto por mi y mi seguridad. Aunque entonces, ¿por qué seguía tonteando con otras? Y si era verdad que le gustaba, ¿cuánto? Y lo más importante, ¿qué sentía yo por él? Estaba claro que me atraía pero, ¿hasta qué nivel? Aunque ya no estuviéramos juntos, pensaba en Dean cada día y no estaría a gusto conmigo misma si llegara a tener algo más con Nigel tan pronto. Además, cuando había visto a Nigel bailando con esa chica lo que había sentido era decepción, rabia y algo de celos pero no un corazón roto, como había pensado en un principio.
- Es la habitación de Luke. - Me explicó Nigel.
- Estoy en su fiesta y todavía no sé quién es. - Dije con franqueza.
- ¿No le conoces? ¿Dónde llevas metida todo este tiempo? - Preguntó sorprendido. Con Dean, pensé. No respondí, me dirigí hacia el balcón. Tenía forma de semicírculo y, a cada uno de los lados de la barandilla de piedra, había una columna de estilo romano.
La luna estaba llena y pequeñas estrellas le hacían compañía. La música apenas era unos compases en la lejanía y se podían escuchar algunos grillos en el jardín de abajo. A lo lejos se veía el mar, era una larga franja azul oscura junto a otra de tonos marrones.
- Fíjate, se ve la playa desde aquí. - Me asombré. La casa del tal Luke estaba apartada del resto de la ciudad, formaba parte de una selecta urbanización.
- Y deberías ver cuando amanece. Eso sí que es un espectáculo. - Se puso junto a mi, nuestros brazos se rozaron. Me aparté.
- Bueno, ¿vas a contarme qué ha pasado ahí abajo? - Se sentó en la ancha barandilla, apoyando la espalda en una de las columnas. Suspiré.
- Verás, he visto al mejor amigo de Dean, que, por cierto, me odia, - recalqué - y, si me hubiera visto contigo, hubiera confirmado una sospecha que él tenía desde hace tiempo y me niego a dejar que piense que tiene razón cuando no es así. - Explicado de esa forma parecía una tontería pero no pensaba entrar en más detalles.
- Pues no es una historia tan larga. - Comentó.
- Tienes razón. - Un soplo de aire fresco hizo que me estremeciera de frío. Se notaba que ya estábamos en septiembre. - Bueno, habrá que volver abajo.
Entré de nuevo en la habitación. Nigel se bajó de la barandilla y tiró de mi muñeca con suavidad.
- Pasa de ese tío. Si él cree que tiene razón pues que lo crea, tú sabes quién la tiene, ¿no? Pues ya está. - Le miré asombrada.
- Es un buen consejo. Te haré caso, pasaré de él. Total, va a seguir pensando lo mismo diga lo que diga así que... - Me encogí de hombros. - Gracias.
- Para eso estamos. - Me sonrió. El azul de su mirada hacia un contraste extraño con el tono violáceo que rodeaba su ojo.
- ¿Te duele? - Le rocé el rostro con las yemas de los dedos.
- He tenido heridas peores. - Puso una mano sobre mi mejilla y se inclinó, rozando mis labios con suavidad. Me alejé antes de que el beso se hiciera más intenso. - ¿Qué ocurre?
- Yo... no sé si deberíamos... - No sabía cómo continuar.
- ¿Por qué? - Entrecerró los ojos. - ¿Es por ese tipo del almacén?
- ¿Qué? ¿A quién te...? - Recordé su mirada interrogante al vernos salir a Barney, uno de los voluntarios, y a mi de ordenar el almacén. - ¡Ah! No. ¡¿Barney?! ¡No! - Reí ante la absurda idea de tener algo con ese chico, o mejor dicho hombre, que rondaba los 30 años. - ¿Pensabas que él y yo...? - La sorpresa dio paso al enfado. - ¿Por quién me tomas? No me voy enrollando con el primero que pasa, es más, sólo... - Iba a aclararle que el único chico con el que había estado era Dean y que él era el segundo chico al que había besado en toda mi vida pero decidí ahorrarme las explicaciones, no merecía la pena malgastar palabras. - Déjalo.
Me encaminé hacia la puerta pero me volvió a parar.
- Perdona, no quería faltarte el respeto. Es solo que os vi y pensé que...
- Pues pensaste mal. - Le corté. Crucé los brazos sobre el pecho. Me recorrió con la mirada.
- ¿Sabes? Estás preciosa esta noche. - Puse los brazos en jarras, sonrojándome a mi pesar. - Déjame que te vea.
Tiró de mis brazos y me hizo girar sobre mi misma.
- ¿Así está bien? - Pregunté molesta. Me sentía como un objeto de exposición.
- Lo que yo decía. - Dio unos pasos hacia mi, rodeándome por la cintura. - Preciosa. - Susurró a pocos centímetros de mi oído. Se me puso la piel de gallina y me mordí el labio.
Me rendí ante su mirada. Le rodeé el cuello con los brazos, besándole. Los besos se convirtieron en caricias y la temperatura en la habitación subió. La puerta se abrió de golpe y nos separamos.
- ¡Eh, no podéis estar aq...! - Se interrumpió el chico que acababa de entrar al ver a Nigel. Su pelo era de un rubio blanquecino y lo llevaba alzado en una larga cresta. Había una chica tras él a la que no soltaba de la mano. - ¡Ah, eres tú! Tío, ¿cuántas veces te lo he dicho? No quiero dormir en mi cama sabiendo que tú has estado desnudo en ella. - Me sorprendió su franqueza. ¿Eso significaba que Nigel ya había traído a más chicas a su dormitorio?
- Solo queríamos un lugar tranquilo para hablar. - Dijo Nigel.
- Sí, ya veo... - Me miró el chico rubio con una sonrisa, tenía la piel tan pálida que parecía albino, su cara era alargada y llevaba un pendiente negro en la oreja. Sus ojos eran de un azul apagado y había algo en él que me recordaba a Nigel.
- Ah. Catherine, te presento a Luke. - La voz de Nigel se llenó de orgullo al pronunciar su nombre. El chico me dio dos besos, era mucho más alto que Nigel y bastante más delgado. - Y ella es Sasha, su novia. - La saludé también. Hubo un silencio incómodo.
- Bueno, será mejor que... - Balbuceé, caminando hacia el pasillo.
- Sí, os dejaremos a solas. - Nigel me siguió. - ¿Pensarás en mi mientras lo estéis haciendo? - Le dijo a Luke antes de que cerrara la puerta en sus narices. Rió complacido al escuchar una grosera respuesta de parte del chico rubio.
Empezamos a caminar por el largo pasillo.
- Así que ese es el famoso Luke... - Nigel asintió. - ¿Sois familia o algo? - Soltó una carcajada.
- Hermanos. - Le miré incrédula. En ningún momento había dicho que esta era su casa ni que la fiesta la hacía su hermano. - Hermanos de distinta madre y padre. - Aclaró al ver la perplejidad reflejada en mi rostro. - Somos amigos desde que tengo memoria, nos hemos criado y crecido juntos. ¿Qué te ha parecido? - Añadió.
- Directo, muy directo. - Nigel asintió, sonriendo. - Oye, - no sabía cómo preguntárselo - ¿lo has hecho más veces? - Me miró como si fuera evidente. - Me refiero a llevar chicas a la habitación de Luke. - Me apresuré a decir. Se tomó su tiempo para responder y aminoró el paso.
- ¿De verdad quieres saberlo? - Preguntó a su vez, con una pequeña sonrisa traviesa dibujada en sus labios. Me rozó la mejilla suavemente con un dedo, miré sus labios.
- Supongo. - Respondí en voz baja. Colocó su mano sobre mi nuca, pegando su nariz a la mia.
- ¿Tú qué piensas? - Me costaba concentrarme con él tan cerca. El tono de Luke me había dado a atender que había llevado a más de una chica allí pero puede que estuviera bromeando.
- No sé qué pensar sobre ti. - Conseguí decir. Se apartó con una sonrisa ladeada y continuó andando. Me mordí el labio y le recorrí con la mirada. Mis sentimientos se contradecían. Por una parte, era dulce, atento y caballeroso, pero por otra, arrogante, irritante y un ligón, además sabía cómo tratarme. Esto último no sabía si era algo bueno o malo, me hacía sentir débil y maleable en sus manos.
Me había quedado atrás así que acelere el paso para alcanzarle. La casa era bastante grande y no quería perderme. Giró su rostro ligeramente hacia mi, mostrándome su hermoso perfil, y sonrió al ver que le seguía. Me puse a su altura y fuimos escaleras abajo. La música resonaba con fuerza.
- Voy a buscar a Leena. - Le dije. Debía de estar preocupada.
- ¿A quién? - Preguntó Nigel.
- A Leena, la chica con la que he venido a la fiesta. - Parecía no recordarla. - La que te pidió el autógrafo.
- Ah, vale. Estaré por aquí. - Asentí y me dirigí al salón, donde había un grupo jugando a la botella. Entre ellos no estaba Leena.
La encontré apoyada en una pared cercana, con la vista perdida entre la multitud.
- Leena, siento haberme ido así. No debí haberte dejado sola. - Me excusé.
- No te preocupes. - Se encogió de hombros. - ¿Sabes? Te puedes quedar a Nigel, todo tuyo. He encontrado a alguien mejor. - Suspiró con una sonrisa. - Está buenísimo y besa de una forma que te deja sin aliento y con ganas de más.
- Me alegro. - Dije perpleja. ¿Tan pronto había encontrado a otro chico?
- Mira, ahí viene. - Señaló con la cabeza y se apartó de la pared, agitando la mano. - ¡Hola, Peter!
Mi sonrisa se congeló en cuanto le vi. Le dio uno de los dos vasos que traía a Leena.
- ¿Conoces a Catherine? - Continuó ella. El rostro de Peter no mostró ninguna expresión pero su mirada de aborrecimiento lo decía todo.
- Claro, se puede decir que era - recalcó - una persona muy querida para un amigo. Hasta que ella lo fastidió todo. - Añadió.
- Peter, no sabes de lo que hablas. - Le dije cortante.
- ¿Ah, no? ¿No deberías estar con tu nuevo ligue?
- Es verdad, ¿dónde está Nigel? - Preguntó Leena. Le fulminé con la mirada. Lo que me faltaba para que Peter pensara que estaba en lo cierto.
- Cierto, ¿y Nigel? - Peter sonrió petulante. - ¿O al pobre ya lo has sustituido por otro? Eso es lo que suele hacer. - Le explicó a Leena.
- ¡Eso no es cierto! ¡No soy así! - Grité. - ¡Tú no sabes lo que ocurrió, lo mal que lo pasé! ¡Tú no sabes nada! - Estallé finalmente ante la cara de asombro de ambos. Me di media vuelta, furiosa, pasando entre los demás sin molestarme en disculparme.
Regresé al sitio donde Nigel y yo nos habíamos separado. Necesitaba hablar con alguien que me comprendiera y, para bien o para mal, él sabía exactamente lo que tenía que decir y hacer para tranquilizarme.
Lo encontré bailando, si es que a eso se le podía llamar bailar, con una chica con una melena rubia llena de perfectos y definidos rizos. Ella estaba de espaldas a él, pegando su cuerpo completamente al de Nigel, él la sujetaba por la cintura y asomaba su cabeza por el hueco de su cuello, mirando hacia su escote. Lo que me faltaba por ver.
Debí de llamar su atención de alguna forma porque Nigel alzó la cabeza hacia mi. Desvié la mirada para evitar que viera reflejado mi dolor en ella y salí corriendo, ignorando las miradas de curiosidad que me echaban los invitados. Necesitaba largarme de allí cuanto antes.
Me detuve junto a la verja de la entrada de la casa de Luke, sin aliento. Las lágrimas se habían derramado por mis mejillas y me las limpié con rabia. ¿Llorar por ese idiota? Ni hablar.
- Catherine. - Escuché la voz de Nigel detrás de mi, empecé a caminar sin saber hacia dónde me dirigía. - Catherine, espera.
Me alcanzó con facilidad y tiró suavemente de mi brazo. Me giré y le mantuve la mirada. Parecía haberse quedado sin habla al ver mi expresión dolida.
- ¿Qué quieres? - Le pregunté secamente.
- No te pongas así, solo ha sido un baile. - Lo nuestro también había sido "solo un baile" al principio.
- Más que un baile parecía otra cosa. ¿Por qué no la subes a la habitación de Luke? ¿O es que ya lo has hecho?
- No seas así. Se me acercó y empezamos a bailar. ¿Qué querías que hicieras? - ¿Decirle que ya tenías a alguien con quién bailar, tal vez?, pensé.
- Mira, olvídalo. Ya veo que no lo entiendes. - Le di la espalda.
- Si me lo explicaras... - Me echó en cara. Le miré, sentía como si fuera a explotar de nuevo.
- Se supone que si estás interesado en una persona no tonteas con otra. Ni siquiera se te pasa por la cabeza. Pero claro, para ti yo no significo nada, ¿verdad? Solo soy una de las chicas con las que bailas, y a las que besas, y a las que ilusionas, para después dejarlas tiradas y... - con el corazón roto, fui a decir pero como una palabra más saliera de mi boca rompería a llorar y no le iba a dar ese gusto.
- Adiós. - Me di media vuelta y caminé por la acera pensando en cómo volvería a casa sin coche y sin conocer esta zona. Podría llamar a mi madre para que me recogiera pero no quería que se preocupara.
Al rato apareció Nigel en su coche rojo y condujo siguiéndome el paso.
- Estas calles son muy solitarias por la noche, déjame que te lleve a casa.
- Esta vez no me vas a convencer. - Le dije sacudiendo la cabeza.
- Tengo que compensarte de alguna forma. Por favor, sube. No me perdonaría que te pasara algo por mi culpa.
Con un suspiro de resignación entré en su coche. Ninguno de los dos comentó nada durante la mayor parte del trayecto.
- Yo... pensaba que teníamos algo. - Hablé una vez que me hube calmado.
- ¿Y ya no? - Movió el volante siguiendo una curva.
- No lo sé, dímelo tú. - Guardó silencio. Giró en una calle a la derecha. - ¿Qué somos?
Paró en la acera frente a mi casa.
- No me gustan las etiquetas. - Me miró.
- ¿Eso significa que me podría enrollar con quién quisiera sin que te molestara? - Pregunté.
- Supongo que me molestaría. - Respondió tras pensarlo un momento.
- Entonces tú tampoco podrías enrollarte con otras, es lo justo. ¿Qué sientes por mi?
- ¿Necesitas tener un nombre para llamar a todo? ¿No podemos simplemente disfrutar del momento? ¿Sin etiquetas, sin preocupaciones, ni usar palabras como novio, rollo o lo que sea? - Sopesé esa idea.
- Tendría que pensármelo. - Bajé la vista, tratando de verlo desde su punto de vista. Colocó sus dedos en mi barbilla y me hizo alzar la cabeza.
- No pienses, solo déjate llevar. - Me perdí en su mirada y por un momento me olvidé de Dean, del estúpido de Peter y del dilema que me producía Nigel cada vez que le veía.
Nos besamos sin prisa, disfrutando del beso en sí, sin pensar en lo que significaba, en lo que dirían los demás o en lo que éramos. Puso una mano sobre mi rodilla y empezó a subirla por mi muslo, levantando mi falda. Hice un esfuerzo por no pensar, por dejarme llevar, como había dicho él. Pasé por encima de la palanca de cambios y me senté sobre él. Mi bolso cayó en la alfombrilla del asiento del copiloto, desparramando los objetos de su interior por el suelo. Fui a recogerlo pero Nigel me paró.
- Ya lo harás luego. - Continuamos con el beso. Nigel me desabrochó la camisa, esta vez la que le detuve fui yo.
- Espera. ¿Vamos a hacerlo aquí, en tu coche, delante de mi casa, donde está mi madre?
- Tienes razón. Iremos a un lugar más apartado donde no nos vea nadie. - Me mordí el labio.
- Creo que deberíamos dejarlo por hoy. - Me bajé de su regazo y recogí mis cosas del suelo, guardándolas de nuevo en el bolso. Me abotoné la camisa.
- ¿Estás segura? - Pasó un dedo por mi mejilla, dibujando su contorno y me miró de forma seductora. Me dio un beso lento y se quedó a pocos centímetros de mi rostro, esperando una respuesta. Sacudí la cabeza, sonriendo.
- No me tientes. - Le di un golpecito en la nariz con el dedo y me bajé del coche, colocando mi falda a la altura que correspondía.
Antes de entrar en casa, me remetí la camisa. Mi madre estaba en el salón, viendo una de las repetidas películas que echaban en televisión.
- Hola, cielo. Qué pronto has vuelto.
- Si, estas fiestas no son lo mío. - Le di un beso en la mejilla. - Voy a ponerme cómoda.
Subí a mi habitación y recibí un mensaje de texto en mi móvil. "¿Dónde te has metido?", me preguntaba Leena. "Estoy en casa. No te preocupes por mi y disfruta de la fiesta." Lo envié, aunque dudaba que se preocupara realmente por mi.
Me aseé, me puse el pijama y me fui a la cama. Había sido un día intenso y estaba agotada y echa un lío. ¿Le gustaba a Nigel o no? Supuse que sí, sino no se hubiera molestado tanto por mi y mi seguridad. Aunque entonces, ¿por qué seguía tonteando con otras? Y si era verdad que le gustaba, ¿cuánto? Y lo más importante, ¿qué sentía yo por él? Estaba claro que me atraía pero, ¿hasta qué nivel? Aunque ya no estuviéramos juntos, pensaba en Dean cada día y no estaría a gusto conmigo misma si llegara a tener algo más con Nigel tan pronto. Además, cuando había visto a Nigel bailando con esa chica lo que había sentido era decepción, rabia y algo de celos pero no un corazón roto, como había pensado en un principio.
lunes, 7 de octubre de 2013
CAPÍTULO 15 - LA FIESTA DE LUKE (PRIMERA PARTE)
¿Me estaba preparando demasiado? No, iba como otras veces. Llevaba una vaporosa camisa blanca metida por dentro de una falda corta roja. ¿Cómo le gustaría más, con el pelo suelto o recogido? ¿Me debería echar un poco más de colorete? Un claxon sonó en la calle, junto a mi casa. Sacudí la cabeza, Leena ya estaba aquí. Bajé las escaleras, me eché un último vistazo en el espejo y subí a su coche.
La casa de Luke era enorme, parecía una mansión. Leena encontró aparcamiento tras dar varias vueltas a la manzana y nos dirigimos a la puerta principal. La música hacía retumbar el suelo y había gente, mucha gente.
Caminamos por la casa algo perdidas. Tenían un futbolín en mitad del salón y en un rincón apartado estaban jugando a la botella. Un grupo de personas se dirigía al sótano, murmurando algo de un juego y más bebidas.
- Vamos a ver de qué va eso, venga. - Me empujó Leena.
El sótano lo habían habilitado para hacer una especie de zona de juegos. Tenían una mesa de billar, un tablón de dardos y un minibar. También había unos mullidos sillones junto a una mesa con una pipa de agua. El ambiente allí estaba cargado y no solo por el olor a sudor. Me arrepentí de haber bajado.
- Voy a por algo de beber, ¿quieres algo?
- Por lo pronto no, gracias. - No tardes, por favor, estuve a punto de decirle. Me sentía incómoda ahí metida. ¿Todo esto por ver a Nigel? Le busqué a mi alrededor. No conocía absolutamente a nadie.
Se escucharon risas en un rincón, había unas cuantas personas sentadas en puffs y las otras estaban de pie a su alrededor. Parecían estar jugando a "verdad o atrevimiento". Me acerqué con curiosidad. Parecía un juego de lo más inocente hasta que observé las pruebas que les mandaban hacer y las preguntas que se hacían mutuamente. Me di media vuelta asqueada, cada vez tenía más ganas de salir de allí.
- ¿Te apuntas? - Me preguntó un chico que estaba a mi lado.
- Creo que paso. - Respondí. Nigel apareció, apoyando el brazo en el hombro del chico.
- Eso es demasiado atrevido para su gusto, Kev. - Le dijo. Estaba más guapo que esa misma tarde, con ojo morado incluido. Su pelo estaba levantado hacia arriba y llevaba una camiseta de rayas azul, blanca y roja, lo que le daba un aire desenfadado e infantil contrastando con su seductora y perturbadora mirada.
- ¿Y tú qué sabes lo que me gusta? - Contesté molesta. Lo tomó como un reto.
- ¿Acaso te gustaría jugar? - Arqueó una ceja. Miré hacia los puffs. Habían echado algún tipo de bebida alcohólica en el ombligo de un chico y una chica tenía que beber su contenido. Reprimí una arcada cuando ella le pasó la lengua por la barriga llena de pelos.
- Em... tal vez a otro juego.
- ¿A la botella? - Preguntó con una media sonrisa. Abrí la boca para responder pero en ese momento llegó Leena.
- Aquí estoy. ¿Hay algo interesante por aquí abajo? - Se le iluminó la cara al ver a Nigel. - ¡Hola! - Le dio dos besos.
- Hola... - Nigel se quedó pensativo.
- Leena. - Continuó ella sin desanimarse.
- Este es Kevin. - Nos presentó a su amigo. - Leena y Catherine. - Pronunció mi nombre sin titubear. - Le estaba diciendo a tu amiga de jugar a la botella, ¿te apuntas?
- ¡Claro! - Asintió sin dudar y se dirigió escaleras arriba. Nigel me cedió el paso como un caballero y la seguimos. Tropecé con uno de los estrechos escalones y puso sus manos sobre mi cintura, ayudándome a recuperar el equilibrio. Las mantuvo ahí más tiempo del que era necesario. Se las aparté con delicadeza.
No podía creer que fuera a jugar a la botella. Era la primera vez que lo iba a hacer, nunca me habían gustado esa clase de juegos. Me pregunté qué me estaba ocurriendo, si era la ruptura con Dean, la revolución de mis hormonas por la aparición de Nigel o simplemente que quería probar cosas nuevas, conocer otras facetas de mi misma. Decidí que lo mejor era no darle demasiada importancia.
Al llegar a la zona donde estaban jugando vi que Peter, uno de los mejores amigos de Dean, estaba en el círculo haciendo girar la botella. Dí un paso hacia atrás, chocándome con Nigel.
- Cuidado. Ya es la segunda vez que te tropiezas. - Por suerte Peter no me había visto. Bastante me había estado incordiando con el tema de Nigel como para que ahora me viera con él, tras tantas veces que le había negado que entre él y yo hubiera algo.
- Em... tengo que... - Balbuceé, dándome media vuelta. Nigel me miró con curiosidad. - Ahora vuelvo.
Me abrí paso entre los demás lo más rápido que pude sin echar a correr. Me paré al pie de una de las escaleras que daban a la planta de arriba, lo bastante lejos del salón. Otra vez ese sentimiento de culpabilidad. ¿Es que ya no me quieres?, las palabras del Dean de mi sueño resonaban en mi mente. Dos años no se olvidaban tan pronto, por supuesto que le seguía queriendo, pero al viejo Dean, al de antes de su accidente, no a ese chico nuevo lleno de inseguridades y complejos que había vuelto de la guerra. Retuve las lágrimas en mis ojos y me alegré de que nadie me estuviera prestando atención.
Me pegué al pequeño rincón que había entre la escalera y la pared, observando la fiesta desde mi improvisado escondite. Nigel apareció entre los invitados, con la cabeza alzada y mirando hacia todos lados. Enfocó su vista en mi y se acercó, parándose justo en frente.
- Aquí estás. - Aún llevando tacones él seguía siendo más alto que yo. - ¿Qué ha pasado?
- Es un poco largo de contar. - Respondí arrugando la nariz.
- Tengo tiempo. - Miró a su alrededor y luego hacia el piso de arriba. Me cogió de la mano. - Ven, vamos a un sitio más tranquilo.
La casa de Luke era enorme, parecía una mansión. Leena encontró aparcamiento tras dar varias vueltas a la manzana y nos dirigimos a la puerta principal. La música hacía retumbar el suelo y había gente, mucha gente.
Caminamos por la casa algo perdidas. Tenían un futbolín en mitad del salón y en un rincón apartado estaban jugando a la botella. Un grupo de personas se dirigía al sótano, murmurando algo de un juego y más bebidas.
- Vamos a ver de qué va eso, venga. - Me empujó Leena.
El sótano lo habían habilitado para hacer una especie de zona de juegos. Tenían una mesa de billar, un tablón de dardos y un minibar. También había unos mullidos sillones junto a una mesa con una pipa de agua. El ambiente allí estaba cargado y no solo por el olor a sudor. Me arrepentí de haber bajado.
- Voy a por algo de beber, ¿quieres algo?
- Por lo pronto no, gracias. - No tardes, por favor, estuve a punto de decirle. Me sentía incómoda ahí metida. ¿Todo esto por ver a Nigel? Le busqué a mi alrededor. No conocía absolutamente a nadie.
Se escucharon risas en un rincón, había unas cuantas personas sentadas en puffs y las otras estaban de pie a su alrededor. Parecían estar jugando a "verdad o atrevimiento". Me acerqué con curiosidad. Parecía un juego de lo más inocente hasta que observé las pruebas que les mandaban hacer y las preguntas que se hacían mutuamente. Me di media vuelta asqueada, cada vez tenía más ganas de salir de allí.
- ¿Te apuntas? - Me preguntó un chico que estaba a mi lado.
- Creo que paso. - Respondí. Nigel apareció, apoyando el brazo en el hombro del chico.
- Eso es demasiado atrevido para su gusto, Kev. - Le dijo. Estaba más guapo que esa misma tarde, con ojo morado incluido. Su pelo estaba levantado hacia arriba y llevaba una camiseta de rayas azul, blanca y roja, lo que le daba un aire desenfadado e infantil contrastando con su seductora y perturbadora mirada.
- ¿Y tú qué sabes lo que me gusta? - Contesté molesta. Lo tomó como un reto.
- ¿Acaso te gustaría jugar? - Arqueó una ceja. Miré hacia los puffs. Habían echado algún tipo de bebida alcohólica en el ombligo de un chico y una chica tenía que beber su contenido. Reprimí una arcada cuando ella le pasó la lengua por la barriga llena de pelos.
- Em... tal vez a otro juego.
- ¿A la botella? - Preguntó con una media sonrisa. Abrí la boca para responder pero en ese momento llegó Leena.
- Aquí estoy. ¿Hay algo interesante por aquí abajo? - Se le iluminó la cara al ver a Nigel. - ¡Hola! - Le dio dos besos.
- Hola... - Nigel se quedó pensativo.
- Leena. - Continuó ella sin desanimarse.
- Este es Kevin. - Nos presentó a su amigo. - Leena y Catherine. - Pronunció mi nombre sin titubear. - Le estaba diciendo a tu amiga de jugar a la botella, ¿te apuntas?
- ¡Claro! - Asintió sin dudar y se dirigió escaleras arriba. Nigel me cedió el paso como un caballero y la seguimos. Tropecé con uno de los estrechos escalones y puso sus manos sobre mi cintura, ayudándome a recuperar el equilibrio. Las mantuvo ahí más tiempo del que era necesario. Se las aparté con delicadeza.
No podía creer que fuera a jugar a la botella. Era la primera vez que lo iba a hacer, nunca me habían gustado esa clase de juegos. Me pregunté qué me estaba ocurriendo, si era la ruptura con Dean, la revolución de mis hormonas por la aparición de Nigel o simplemente que quería probar cosas nuevas, conocer otras facetas de mi misma. Decidí que lo mejor era no darle demasiada importancia.
Al llegar a la zona donde estaban jugando vi que Peter, uno de los mejores amigos de Dean, estaba en el círculo haciendo girar la botella. Dí un paso hacia atrás, chocándome con Nigel.
- Cuidado. Ya es la segunda vez que te tropiezas. - Por suerte Peter no me había visto. Bastante me había estado incordiando con el tema de Nigel como para que ahora me viera con él, tras tantas veces que le había negado que entre él y yo hubiera algo.
- Em... tengo que... - Balbuceé, dándome media vuelta. Nigel me miró con curiosidad. - Ahora vuelvo.
Me abrí paso entre los demás lo más rápido que pude sin echar a correr. Me paré al pie de una de las escaleras que daban a la planta de arriba, lo bastante lejos del salón. Otra vez ese sentimiento de culpabilidad. ¿Es que ya no me quieres?, las palabras del Dean de mi sueño resonaban en mi mente. Dos años no se olvidaban tan pronto, por supuesto que le seguía queriendo, pero al viejo Dean, al de antes de su accidente, no a ese chico nuevo lleno de inseguridades y complejos que había vuelto de la guerra. Retuve las lágrimas en mis ojos y me alegré de que nadie me estuviera prestando atención.
Me pegué al pequeño rincón que había entre la escalera y la pared, observando la fiesta desde mi improvisado escondite. Nigel apareció entre los invitados, con la cabeza alzada y mirando hacia todos lados. Enfocó su vista en mi y se acercó, parándose justo en frente.
- Aquí estás. - Aún llevando tacones él seguía siendo más alto que yo. - ¿Qué ha pasado?
- Es un poco largo de contar. - Respondí arrugando la nariz.
- Tengo tiempo. - Miró a su alrededor y luego hacia el piso de arriba. Me cogió de la mano. - Ven, vamos a un sitio más tranquilo.
sábado, 5 de octubre de 2013
CAPÍTULO 14 - FINAL DEL TORNEO
El aire movía la cortina de la ventana de mi habitación, Nigel estaba de pie frente a ella. Me incorporé en la cama, tratando de cubrirme con la sábana, el pijama de verano que llevaba enseñaba más de lo que debería.
- ¿Qué haces aquí? - Dije. Se acercó con paso seguro y lento, desnudándome con la mirada.
- Tenemos algo pendiente. - Se tumbó sobre mi, besándome. Sus labios se deslizaron por mi mandíbula y mi cuello y me mordisqueó el lóbulo de la oreja. No pude evitar soltar un gemido.
Me miró con una sonrisa, dejando su cara a pocos centímetros de la mía. Su rostro había cambiado, al igual que su cuerpo.
- ¿Es que ya no me quieres? - Preguntó Dean.
Abrí los ojos de golpe, con el corazón a mil por hora. Ese sueño había sido obra de mi mala conciencia. Giré sobre mi costado y me tapé la cara con ambas manos. Dean y yo ya no estábamos juntos, entonces, ¿por qué sentía cómo si le estuviera engañando?
La mañana pasó rápida aunque no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Esa tarde se jugaría el último partido del torneo, poniendo fin al evento de tres días. Y allí iba a estar Nigel, su equipo era uno de los finalistas. ¿Qué debía hacer?
Las ventas en los stands disminuyeron, así que, al no ser necesarios tantos voluntarios, nos dejaron tiempo libre. Me acerqué a mis amigos, que estaban junto a la puerta de la entrada. Me sorprendió no verlos con Darren, Charlotte y compañía.
- Oye, ¿y el franchute y sus amigos? - Pregunté tras saludarles.
- Ahora vendrán, les estamos esperando. - Respondió Anne.
- John, ¿y para cuándo esa cita con Charlotte? - Le dije, dándole con el codo. Sonrió tímidamente.
- Estoy en ello, hoy se lo diré sin falta.
- Eso espero, estoy segura que aceptará. - Miré a Isabelle. - ¿Y a ti no te llama la atención ningún chico?
- Bueno, por lo pronto no. - Se encogió de hombros. Isabelle era más cerrada para demostrar sus sentimientos, o lo mejor era que todavía no sabía lo que sentía, en ese caso ya éramos dos. - ¿Y tú? ¿Cómo estás?
- Bien. - Respondí, aunque en realidad no sabía cómo me sentía. Entre rara, confusa y un poco perdida.
- ¿Has vuelto a ver a Niggie? - preguntó Anne.
- No desde ayer. - Aún no estaba dispuesta a contarles a los demás lo que había pasado entre nosotros, no hasta que yo misma supiera lo que teníamos Nigel y yo.
- Están tardado en llegar. - John miró su reloj de forma nerviosa.
- Pronto aparecerán, ten un poco de paciencia. - Dije. Sentí que alguien me rozaba la espalda, de paletilla a paletilla. Giré mi cabeza, queriendo ver quién me había tocado con tanto espacio a mi alrededor para pasar. Me encontré con Nigel, que me miraba de reojos con su característica sonrisa ladeada. Bajé la vista con una sonrisa en mis labios.
- Ahí está. - Alcé la cabeza con rapidez, pensando que hablaban de Nigel, y sentí el calor en mis mejillas. Me decepcionó el ver que se referían a Darren, Charlotte, Nathan y Leeroy, que acababan de aparecer.
Al subir los escalones para sentarnos en las gradas vi a Jack con un amigo suyo, un chico moreno con el pelo rizado y ojos marrones que siempre se me quedaba mirando fijamente con los ojos muy abiertos y casi sin pestañear, lo que me hacía sentir más que incómoda. Ya lo había comentado con mis amigos y habíamos llegado a la conclusión de que esa era su forma de mirar.
- Hola, Jack. - Le saludé, haciéndole una seña a los demás para que me siguieran. - ¿Están estos sitios libres? - Le pregunté indicando el enorme hueco que había a su lado.
- Claro, sentaos. - Le dirigió una discreta mirada a Isabelle, que se sentó a mi lado, quedando yo entre Jack y ella. En cuanto pudiera me cambiaría de sitio y los dejaría sentados juntos. - Este es Roy. - Nos presentó al chico de mirada psicópata.
- Encantada. - Le dije forzando una sonrisa. Cuando apartó la vista, centrándose en la cancha, suspiré aliviada.
Busqué con la mirada a Nigel, que estaba junto a la pista, con su equipación puesta y charlaba con un grupo de chicos y chicas. Dos chicas se pusieron a su lado, besándole una mejilla cada una, mientras otra les hacía una foto. Una de las chicas se rió de forma exagerada y le pasó una mano por el brazo, o mejor dicho, le manoseó. Apreté la mandíbula. Escuché mi nombre a lo lejos sin darle importancia.
- Catherine, te llaman. - Me dijo Jack, señalando a un chico que estaba en la pista, mirando hacia las gradas. Era Barney, uno de los voluntarios de mi grupo.
- ¡Catherine, ven! - gritó. Asentí y bajé de las gradas, reuniéndome con él. - Necesitamos ayuda para organizar el almacén, alguien lo ha dejado hecho un desastre. - Desvié la mirada, sintiéndome culpable. - Hay cajas desperdigadas y rotas por todas partes. Incluso han tirado las cosas que había encima de la mesa. Me parece a mi que ahí ha habido tema.
- ¿Tú crees? - Aguanté una sonrisa, mordiéndome el labio por dentro.
- Es lo que parece. Siento haber tenido que molestarte pero no encontraba a ningún otro voluntario, excepto los que están en el bar y en los puestos.
- No importa, me apunté para ayudar. - Le sonreí. En cierto modo, había sido la causante de ese desorden así que me tocaba recogerlo.
Entre los dos, pronto terminamos de ordenar el almacén.
- Esto ya es otra cosa. - Dijo Barney. Se sacudió las manos, levantando una nube de polvo frente a él. Me aparté un mechón de pelo de mi frente pegajosa por el sudor, hacía mucho calor ahí dentro.
- Desde luego. - No podía evitar recordar lo que había estado a punto de pasar en ese mismo sitio un día atrás. Incluso encontré el pendiente que había dado por perdido, por suerte Barney no se había dado cuenta de mi descubrimiento.
Salimos al pasillo justo en el momento en el que los jugadores se dirigían hacia los vestuarios, en el segundo descanso, que era el más largo. Nigel pasó su mirada de mi a Barney, luego al almacén y por último a mi de nuevo. Arqueó una ceja, como esperando una explicación. Seguramente había malinterpretado lo que Barney y yo acabábamos de hacer allí. Aceleré el paso, tratando de salir de ahí cuanto antes pero me vi atrapada por enormes tipos que me sacaban más de dos cabezas. Cuando conseguí llegar a la entrada del pasillo tomé aire.
- ¡Cuánta prisa! - Dijo Barney alcanzándome.
- Me he agobiado al ver a tanta personas en un pasillo tan estrecho.
- Ya me he dado cuenta. - Miró el marcador que estaba sobre la pista de baloncesto. El equipo de Nigel iba ganando por muy poco. - Por lo menos podremos ver el final del partido. En cuanto termine pásate por el bar, necesitaremos más manos.
Volví a las gradas con mis amigos. Jack e Isabelle conversaban animadamente, John le estaba enseñando algo en el móvil a Charlotte, Anne y Darren estaban agarrados de la mano charlando muy pegados, y Nathan y Leeroy comentaban el partido. Me senté junto a ellos con un suspiro.
Sonó la campana que indicaba el fin del segundo descanso y los jugadores volvieron a la cancha. Tanto a un bando como al otro les contaba encestar, estaban muy igualados. De repente, uno de los jugadores golpeó al del otro equipo, que cayó al suelo por el impacto. Me puse en pie al ver el número seis en su camiseta, era Nigel. Le ofrecieron la mano para ayudarle a levantarse pero este la rechazó, orgulloso, y se puso en pie con facilidad, llevándose una mano a la cara. El causante de la lesión ni siquiera se acercó para disculparse.
Aún así, continuaron jugando. Durante el tercer descanso, Nigel se puso una toalla húmeda sobre el ojo, parecía que era allí donde le habían dado aunque no se sentó en el banquillo en ningún momento. Se terminó el partido, ganando por 4 puntos al otro equipo. Antes de que los espectadores colapsaran las escaleras, fui hacia el bar.
- Llegas justo a tiempo. - Me dijo el supervisor lanzándome un delantal. Me lo até a la cintura.
La multitud empezó a entrar y el trabajo a acumularse. Pronto llegaron los jugadores, a quienes aplaudieron y vitorearon. Se acercaban a Nigel, seguramente para preguntarle por su ojo. No lograba verle bien, estaba demasiado lejos y yo demasiado ocupada. Juntaron varias mesas para que estuvieran cómodos y mi compañera les tomó nota. Seguí moviéndome entre las mesas, sirviendo copas y aperitivos.
- ¡Eh! ¿Cuándo nos van a servir a nosotros? - Me preguntó de malos modos uno de los jugadores del equipo de Nigel. - Somos los ganadores.
- Enseguida vendrá mi compañera. - Evité la mirada de Nigel y seguí mi camino. Los del otro equipo no habían aparecido por allí, supuse que no querrían encontrarse con sus contrincantes.
- Son 15 euros. - Le dije a unos señores que estaban sentados en sus taburetes al otro lado de la barra.
- Aquí tienes, quédate con el cambio. - Me dieron el dinero, les di las gracias y se marcharon. Limpié la madera con un paño.
- ¿Me das hielo? Para el ojo. - Preguntó una voz conocida a la camarera que estaba conmigo detrás de la barra. Miré a Nigel, que estaba acodado sobre ella. Tenía el ojo hinchado y se le estaba empezando a poner morado. Nuestras miradas se cruzaron y desvié la vista. Atendí a unos clientes que acababan de llegar.
- Aquí tienes. - Leena, la camarera, había envuelto hielo en un paño de cocina y se lo dió a Nigel. - No sé cómo pudiste seguir jugando después de ese golpe.
- Hace falta más que un golpecito para pararme. - Se golpeó el pecho con un puño.
- Ya se nota, eres un tipo duro. - Le aduló. Puse los ojos en blanco. Lo que le faltaba oir para que se volviera aún más creído.
- Me llamo Leena.
- Yo soy Nigel. - Se presentaron.
- Sí, lo sé. - Hizo una pausa. - Me da vergüenza pedírtelo pero... ¿puedes hacerte una foto conmigo?
Solté una carcajada incrédula. Leena y Nigel me dirigieron una mirada al igual que los clientes que estaban más cerca de la barra. Saqué brillo a la copa de cristal que tenía entre las manos, ignorándoles. Leena sacó el móvil del bolsillo de su delantal y se volvió hacia mi.
- ¿Puedes hacernos una foto?
- Claro. - Lo cogí.
- Espera, voy a ponerme más cerca. - Leena salió al otro lado de la barra y se colocó a la izquierda de Nigel, poniéndole una mano sobre el hombro. Nigel no me quitaba la vista de encima así que traté que mis celos no se reflejaran en mi rostro.
- Ya está. - Le devolví su móvil.
- Gracias. - Se volvió hacia él. - ¿Puedes darme un autógrafo también? Por si algún día te haces famoso y eso. - Dijo Leena tímidamente. Sacudí la cabeza, sin poder creérmelo.
- Por supuesto. - Respondió él. Leena se marchó. - ¿Y tú, no quieres un autógrafo? - Me preguntó con una sonrisa petulante.
- Déjame que me lo piense... No. - Dije secamente y cogí una bandeja honda para recoger los vasos sucios. Levanté la tabla de madera de la barra y fui a una mesa cercana.
- Pareces celosa.
- No digas tonterías. - Me giré hacia él. - ¿Por qué debería estarlo? - Aunque en realidad lo estaba, y más de lo que hubiera sido capaz de admitir. Uno de los vasos se me resbaló y derramé el poco líquido que quedaba dentro.
- ¿Necesitas ayuda? - Preguntó, mirándome divertido.
- No. - Alargué la mano hacia un trapo seco que había en la barra. Nigel me lo acercó y nuestros dedos se rozaron. Me aparté lentamente y continué con mi trabajo.
Leena volvió con papel y boli y se lo dió a Nigel para que se lo firmara.
- Oye, esta noche haremos una fiesta en casa de Luke. - Dijo él, señalando hacia la mesa de su equipo. - Para celebrar nuestra victoria. Si queréis venir, es a partir de las 11. - Nos miró a ambas.
- ¡Claro, allí estaré! - Respondió Leena animada, llevándose el autógrafo al pecho.
- No tengo como ir, además, no sé dónde vive ese tal Luke.
- Yo te llevo, no te preocupes. - Se ofreció Leena.
- Perfecto, aquí tenéis la dirección. - Nigel apuntó algo en una de las hojas de la libreta que Leena había traido. - Os veo luego. - Me guiñó un ojo. Cogió el paño con el hielo y se alejó, poniéndoselo sobre el moratón.
- Genial. - Solté con ironía. Leena suspiró viéndole marchar. Puse los ojos en blanco. Otra tonta colada por ese estúpido creido. Tampoco yo podía quitarle la vista de encima. Idiota, me dije a mi misma.
- ¿Qué haces aquí? - Dije. Se acercó con paso seguro y lento, desnudándome con la mirada.
- Tenemos algo pendiente. - Se tumbó sobre mi, besándome. Sus labios se deslizaron por mi mandíbula y mi cuello y me mordisqueó el lóbulo de la oreja. No pude evitar soltar un gemido.
Me miró con una sonrisa, dejando su cara a pocos centímetros de la mía. Su rostro había cambiado, al igual que su cuerpo.
- ¿Es que ya no me quieres? - Preguntó Dean.
Abrí los ojos de golpe, con el corazón a mil por hora. Ese sueño había sido obra de mi mala conciencia. Giré sobre mi costado y me tapé la cara con ambas manos. Dean y yo ya no estábamos juntos, entonces, ¿por qué sentía cómo si le estuviera engañando?
La mañana pasó rápida aunque no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Esa tarde se jugaría el último partido del torneo, poniendo fin al evento de tres días. Y allí iba a estar Nigel, su equipo era uno de los finalistas. ¿Qué debía hacer?
Las ventas en los stands disminuyeron, así que, al no ser necesarios tantos voluntarios, nos dejaron tiempo libre. Me acerqué a mis amigos, que estaban junto a la puerta de la entrada. Me sorprendió no verlos con Darren, Charlotte y compañía.
- Oye, ¿y el franchute y sus amigos? - Pregunté tras saludarles.
- Ahora vendrán, les estamos esperando. - Respondió Anne.
- John, ¿y para cuándo esa cita con Charlotte? - Le dije, dándole con el codo. Sonrió tímidamente.
- Estoy en ello, hoy se lo diré sin falta.
- Eso espero, estoy segura que aceptará. - Miré a Isabelle. - ¿Y a ti no te llama la atención ningún chico?
- Bueno, por lo pronto no. - Se encogió de hombros. Isabelle era más cerrada para demostrar sus sentimientos, o lo mejor era que todavía no sabía lo que sentía, en ese caso ya éramos dos. - ¿Y tú? ¿Cómo estás?
- Bien. - Respondí, aunque en realidad no sabía cómo me sentía. Entre rara, confusa y un poco perdida.
- ¿Has vuelto a ver a Niggie? - preguntó Anne.
- No desde ayer. - Aún no estaba dispuesta a contarles a los demás lo que había pasado entre nosotros, no hasta que yo misma supiera lo que teníamos Nigel y yo.
- Están tardado en llegar. - John miró su reloj de forma nerviosa.
- Pronto aparecerán, ten un poco de paciencia. - Dije. Sentí que alguien me rozaba la espalda, de paletilla a paletilla. Giré mi cabeza, queriendo ver quién me había tocado con tanto espacio a mi alrededor para pasar. Me encontré con Nigel, que me miraba de reojos con su característica sonrisa ladeada. Bajé la vista con una sonrisa en mis labios.
- Ahí está. - Alcé la cabeza con rapidez, pensando que hablaban de Nigel, y sentí el calor en mis mejillas. Me decepcionó el ver que se referían a Darren, Charlotte, Nathan y Leeroy, que acababan de aparecer.
Al subir los escalones para sentarnos en las gradas vi a Jack con un amigo suyo, un chico moreno con el pelo rizado y ojos marrones que siempre se me quedaba mirando fijamente con los ojos muy abiertos y casi sin pestañear, lo que me hacía sentir más que incómoda. Ya lo había comentado con mis amigos y habíamos llegado a la conclusión de que esa era su forma de mirar.
- Hola, Jack. - Le saludé, haciéndole una seña a los demás para que me siguieran. - ¿Están estos sitios libres? - Le pregunté indicando el enorme hueco que había a su lado.
- Claro, sentaos. - Le dirigió una discreta mirada a Isabelle, que se sentó a mi lado, quedando yo entre Jack y ella. En cuanto pudiera me cambiaría de sitio y los dejaría sentados juntos. - Este es Roy. - Nos presentó al chico de mirada psicópata.
- Encantada. - Le dije forzando una sonrisa. Cuando apartó la vista, centrándose en la cancha, suspiré aliviada.
Busqué con la mirada a Nigel, que estaba junto a la pista, con su equipación puesta y charlaba con un grupo de chicos y chicas. Dos chicas se pusieron a su lado, besándole una mejilla cada una, mientras otra les hacía una foto. Una de las chicas se rió de forma exagerada y le pasó una mano por el brazo, o mejor dicho, le manoseó. Apreté la mandíbula. Escuché mi nombre a lo lejos sin darle importancia.
- Catherine, te llaman. - Me dijo Jack, señalando a un chico que estaba en la pista, mirando hacia las gradas. Era Barney, uno de los voluntarios de mi grupo.
- ¡Catherine, ven! - gritó. Asentí y bajé de las gradas, reuniéndome con él. - Necesitamos ayuda para organizar el almacén, alguien lo ha dejado hecho un desastre. - Desvié la mirada, sintiéndome culpable. - Hay cajas desperdigadas y rotas por todas partes. Incluso han tirado las cosas que había encima de la mesa. Me parece a mi que ahí ha habido tema.
- ¿Tú crees? - Aguanté una sonrisa, mordiéndome el labio por dentro.
- Es lo que parece. Siento haber tenido que molestarte pero no encontraba a ningún otro voluntario, excepto los que están en el bar y en los puestos.
- No importa, me apunté para ayudar. - Le sonreí. En cierto modo, había sido la causante de ese desorden así que me tocaba recogerlo.
Entre los dos, pronto terminamos de ordenar el almacén.
- Esto ya es otra cosa. - Dijo Barney. Se sacudió las manos, levantando una nube de polvo frente a él. Me aparté un mechón de pelo de mi frente pegajosa por el sudor, hacía mucho calor ahí dentro.
- Desde luego. - No podía evitar recordar lo que había estado a punto de pasar en ese mismo sitio un día atrás. Incluso encontré el pendiente que había dado por perdido, por suerte Barney no se había dado cuenta de mi descubrimiento.
Salimos al pasillo justo en el momento en el que los jugadores se dirigían hacia los vestuarios, en el segundo descanso, que era el más largo. Nigel pasó su mirada de mi a Barney, luego al almacén y por último a mi de nuevo. Arqueó una ceja, como esperando una explicación. Seguramente había malinterpretado lo que Barney y yo acabábamos de hacer allí. Aceleré el paso, tratando de salir de ahí cuanto antes pero me vi atrapada por enormes tipos que me sacaban más de dos cabezas. Cuando conseguí llegar a la entrada del pasillo tomé aire.
- ¡Cuánta prisa! - Dijo Barney alcanzándome.
- Me he agobiado al ver a tanta personas en un pasillo tan estrecho.
- Ya me he dado cuenta. - Miró el marcador que estaba sobre la pista de baloncesto. El equipo de Nigel iba ganando por muy poco. - Por lo menos podremos ver el final del partido. En cuanto termine pásate por el bar, necesitaremos más manos.
Volví a las gradas con mis amigos. Jack e Isabelle conversaban animadamente, John le estaba enseñando algo en el móvil a Charlotte, Anne y Darren estaban agarrados de la mano charlando muy pegados, y Nathan y Leeroy comentaban el partido. Me senté junto a ellos con un suspiro.
Sonó la campana que indicaba el fin del segundo descanso y los jugadores volvieron a la cancha. Tanto a un bando como al otro les contaba encestar, estaban muy igualados. De repente, uno de los jugadores golpeó al del otro equipo, que cayó al suelo por el impacto. Me puse en pie al ver el número seis en su camiseta, era Nigel. Le ofrecieron la mano para ayudarle a levantarse pero este la rechazó, orgulloso, y se puso en pie con facilidad, llevándose una mano a la cara. El causante de la lesión ni siquiera se acercó para disculparse.
Aún así, continuaron jugando. Durante el tercer descanso, Nigel se puso una toalla húmeda sobre el ojo, parecía que era allí donde le habían dado aunque no se sentó en el banquillo en ningún momento. Se terminó el partido, ganando por 4 puntos al otro equipo. Antes de que los espectadores colapsaran las escaleras, fui hacia el bar.
- Llegas justo a tiempo. - Me dijo el supervisor lanzándome un delantal. Me lo até a la cintura.
La multitud empezó a entrar y el trabajo a acumularse. Pronto llegaron los jugadores, a quienes aplaudieron y vitorearon. Se acercaban a Nigel, seguramente para preguntarle por su ojo. No lograba verle bien, estaba demasiado lejos y yo demasiado ocupada. Juntaron varias mesas para que estuvieran cómodos y mi compañera les tomó nota. Seguí moviéndome entre las mesas, sirviendo copas y aperitivos.
- ¡Eh! ¿Cuándo nos van a servir a nosotros? - Me preguntó de malos modos uno de los jugadores del equipo de Nigel. - Somos los ganadores.
- Enseguida vendrá mi compañera. - Evité la mirada de Nigel y seguí mi camino. Los del otro equipo no habían aparecido por allí, supuse que no querrían encontrarse con sus contrincantes.
- Son 15 euros. - Le dije a unos señores que estaban sentados en sus taburetes al otro lado de la barra.
- Aquí tienes, quédate con el cambio. - Me dieron el dinero, les di las gracias y se marcharon. Limpié la madera con un paño.
- ¿Me das hielo? Para el ojo. - Preguntó una voz conocida a la camarera que estaba conmigo detrás de la barra. Miré a Nigel, que estaba acodado sobre ella. Tenía el ojo hinchado y se le estaba empezando a poner morado. Nuestras miradas se cruzaron y desvié la vista. Atendí a unos clientes que acababan de llegar.
- Aquí tienes. - Leena, la camarera, había envuelto hielo en un paño de cocina y se lo dió a Nigel. - No sé cómo pudiste seguir jugando después de ese golpe.
- Hace falta más que un golpecito para pararme. - Se golpeó el pecho con un puño.
- Ya se nota, eres un tipo duro. - Le aduló. Puse los ojos en blanco. Lo que le faltaba oir para que se volviera aún más creído.
- Me llamo Leena.
- Yo soy Nigel. - Se presentaron.
- Sí, lo sé. - Hizo una pausa. - Me da vergüenza pedírtelo pero... ¿puedes hacerte una foto conmigo?
Solté una carcajada incrédula. Leena y Nigel me dirigieron una mirada al igual que los clientes que estaban más cerca de la barra. Saqué brillo a la copa de cristal que tenía entre las manos, ignorándoles. Leena sacó el móvil del bolsillo de su delantal y se volvió hacia mi.
- ¿Puedes hacernos una foto?
- Claro. - Lo cogí.
- Espera, voy a ponerme más cerca. - Leena salió al otro lado de la barra y se colocó a la izquierda de Nigel, poniéndole una mano sobre el hombro. Nigel no me quitaba la vista de encima así que traté que mis celos no se reflejaran en mi rostro.
- Ya está. - Le devolví su móvil.
- Gracias. - Se volvió hacia él. - ¿Puedes darme un autógrafo también? Por si algún día te haces famoso y eso. - Dijo Leena tímidamente. Sacudí la cabeza, sin poder creérmelo.
- Por supuesto. - Respondió él. Leena se marchó. - ¿Y tú, no quieres un autógrafo? - Me preguntó con una sonrisa petulante.
- Déjame que me lo piense... No. - Dije secamente y cogí una bandeja honda para recoger los vasos sucios. Levanté la tabla de madera de la barra y fui a una mesa cercana.
- Pareces celosa.
- No digas tonterías. - Me giré hacia él. - ¿Por qué debería estarlo? - Aunque en realidad lo estaba, y más de lo que hubiera sido capaz de admitir. Uno de los vasos se me resbaló y derramé el poco líquido que quedaba dentro.
- ¿Necesitas ayuda? - Preguntó, mirándome divertido.
- No. - Alargué la mano hacia un trapo seco que había en la barra. Nigel me lo acercó y nuestros dedos se rozaron. Me aparté lentamente y continué con mi trabajo.
Leena volvió con papel y boli y se lo dió a Nigel para que se lo firmara.
- Oye, esta noche haremos una fiesta en casa de Luke. - Dijo él, señalando hacia la mesa de su equipo. - Para celebrar nuestra victoria. Si queréis venir, es a partir de las 11. - Nos miró a ambas.
- ¡Claro, allí estaré! - Respondió Leena animada, llevándose el autógrafo al pecho.
- No tengo como ir, además, no sé dónde vive ese tal Luke.
- Yo te llevo, no te preocupes. - Se ofreció Leena.
- Perfecto, aquí tenéis la dirección. - Nigel apuntó algo en una de las hojas de la libreta que Leena había traido. - Os veo luego. - Me guiñó un ojo. Cogió el paño con el hielo y se alejó, poniéndoselo sobre el moratón.
- Genial. - Solté con ironía. Leena suspiró viéndole marchar. Puse los ojos en blanco. Otra tonta colada por ese estúpido creido. Tampoco yo podía quitarle la vista de encima. Idiota, me dije a mi misma.
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