¿Me estaba preparando demasiado? No, iba como otras veces. Llevaba una vaporosa camisa blanca metida por dentro de una falda corta roja. ¿Cómo le gustaría más, con el pelo suelto o recogido? ¿Me debería echar un poco más de colorete? Un claxon sonó en la calle, junto a mi casa. Sacudí la cabeza, Leena ya estaba aquí. Bajé las escaleras, me eché un último vistazo en el espejo y subí a su coche.
La casa de Luke era enorme, parecía una mansión. Leena encontró aparcamiento tras dar varias vueltas a la manzana y nos dirigimos a la puerta principal. La música hacía retumbar el suelo y había gente, mucha gente.
Caminamos por la casa algo perdidas. Tenían un futbolín en mitad del salón y en un rincón apartado estaban jugando a la botella. Un grupo de personas se dirigía al sótano, murmurando algo de un juego y más bebidas.
- Vamos a ver de qué va eso, venga. - Me empujó Leena.
El sótano lo habían habilitado para hacer una especie de zona de juegos. Tenían una mesa de billar, un tablón de dardos y un minibar. También había unos mullidos sillones junto a una mesa con una pipa de agua. El ambiente allí estaba cargado y no solo por el olor a sudor. Me arrepentí de haber bajado.
- Voy a por algo de beber, ¿quieres algo?
- Por lo pronto no, gracias. - No tardes, por favor, estuve a punto de decirle. Me sentía incómoda ahí metida. ¿Todo esto por ver a Nigel? Le busqué a mi alrededor. No conocía absolutamente a nadie.
Se escucharon risas en un rincón, había unas cuantas personas sentadas en puffs y las otras estaban de pie a su alrededor. Parecían estar jugando a "verdad o atrevimiento". Me acerqué con curiosidad. Parecía un juego de lo más inocente hasta que observé las pruebas que les mandaban hacer y las preguntas que se hacían mutuamente. Me di media vuelta asqueada, cada vez tenía más ganas de salir de allí.
- ¿Te apuntas? - Me preguntó un chico que estaba a mi lado.
- Creo que paso. - Respondí. Nigel apareció, apoyando el brazo en el hombro del chico.
- Eso es demasiado atrevido para su gusto, Kev. - Le dijo. Estaba más guapo que esa misma tarde, con ojo morado incluido. Su pelo estaba levantado hacia arriba y llevaba una camiseta de rayas azul, blanca y roja, lo que le daba un aire desenfadado e infantil contrastando con su seductora y perturbadora mirada.
- ¿Y tú qué sabes lo que me gusta? - Contesté molesta. Lo tomó como un reto.
- ¿Acaso te gustaría jugar? - Arqueó una ceja. Miré hacia los puffs. Habían echado algún tipo de bebida alcohólica en el ombligo de un chico y una chica tenía que beber su contenido. Reprimí una arcada cuando ella le pasó la lengua por la barriga llena de pelos.
- Em... tal vez a otro juego.
- ¿A la botella? - Preguntó con una media sonrisa. Abrí la boca para responder pero en ese momento llegó Leena.
- Aquí estoy. ¿Hay algo interesante por aquí abajo? - Se le iluminó la cara al ver a Nigel. - ¡Hola! - Le dio dos besos.
- Hola... - Nigel se quedó pensativo.
- Leena. - Continuó ella sin desanimarse.
- Este es Kevin. - Nos presentó a su amigo. - Leena y Catherine. - Pronunció mi nombre sin titubear. - Le estaba diciendo a tu amiga de jugar a la botella, ¿te apuntas?
- ¡Claro! - Asintió sin dudar y se dirigió escaleras arriba. Nigel me cedió el paso como un caballero y la seguimos. Tropecé con uno de los estrechos escalones y puso sus manos sobre mi cintura, ayudándome a recuperar el equilibrio. Las mantuvo ahí más tiempo del que era necesario. Se las aparté con delicadeza.
No podía creer que fuera a jugar a la botella. Era la primera vez que lo iba a hacer, nunca me habían gustado esa clase de juegos. Me pregunté qué me estaba ocurriendo, si era la ruptura con Dean, la revolución de mis hormonas por la aparición de Nigel o simplemente que quería probar cosas nuevas, conocer otras facetas de mi misma. Decidí que lo mejor era no darle demasiada importancia.
Al llegar a la zona donde estaban jugando vi que Peter, uno de los mejores amigos de Dean, estaba en el círculo haciendo girar la botella. Dí un paso hacia atrás, chocándome con Nigel.
- Cuidado. Ya es la segunda vez que te tropiezas. - Por suerte Peter no me había visto. Bastante me había estado incordiando con el tema de Nigel como para que ahora me viera con él, tras tantas veces que le había negado que entre él y yo hubiera algo.
- Em... tengo que... - Balbuceé, dándome media vuelta. Nigel me miró con curiosidad. - Ahora vuelvo.
Me abrí paso entre los demás lo más rápido que pude sin echar a correr. Me paré al pie de una de las escaleras que daban a la planta de arriba, lo bastante lejos del salón. Otra vez ese sentimiento de culpabilidad. ¿Es que ya no me quieres?, las palabras del Dean de mi sueño resonaban en mi mente. Dos años no se olvidaban tan pronto, por supuesto que le seguía queriendo, pero al viejo Dean, al de antes de su accidente, no a ese chico nuevo lleno de inseguridades y complejos que había vuelto de la guerra. Retuve las lágrimas en mis ojos y me alegré de que nadie me estuviera prestando atención.
Me pegué al pequeño rincón que había entre la escalera y la pared, observando la fiesta desde mi improvisado escondite. Nigel apareció entre los invitados, con la cabeza alzada y mirando hacia todos lados. Enfocó su vista en mi y se acercó, parándose justo en frente.
- Aquí estás. - Aún llevando tacones él seguía siendo más alto que yo. - ¿Qué ha pasado?
- Es un poco largo de contar. - Respondí arrugando la nariz.
- Tengo tiempo. - Miró a su alrededor y luego hacia el piso de arriba. Me cogió de la mano. - Ven, vamos a un sitio más tranquilo.
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