Ir a pedir una solicitud a un centro docente (que deben tener allí para rellenar a mano), que te atiendan desde el asiento más lejano al otro lado de la ventanilla de secretaría y te digan que lo tienes que echar por Internet. Quedarte tan perpleja por la "atención" recibida y sus
Plantearte el volver a casa tras haber recorrido los 43 km (40 minutos para los que no entiendan de kilómetros, como yo) que te separan de allí. La opción que elegí fue buscar alguna biblioteca o ciber-café (si es que siguen existiendo) en los que rellenar e imprimir la solicitud, no tuve éxito.
Pasar tan casual frente a un colegio y tener el pensamiento de que tal vez allí dieran algún ciclo y tuvieran una solicitud en papel que pudiera servirme para el otro ciclo. No lo tenían. Aun así, y aquí viene la parte importante, esa persona preguntó en jefatura si alguien me podía ayudar, esa segunda persona me llevó a una tercera que buscó junto a mi la página web donde estaba la solicitud, lo encontramos y me dejó a solas para rellenarla. Cuando terminé, la mandó a imprimir, pero como esa impresora tenía pendiente 600 hojas que sacar e iba por la 240, el amable tercer señor lo intentó por otra, que resultó no tener tinta. Finalmente, pasó el archivo a un pendrive y lo imprimió exitosamente, haciéndome incluso una copia por si acaso.
Me quedé tan impresionada por su amabilidad y sus ganas de ayudarme que sentí que no le había dado las gracias tantas veces como debería haberlo hecho así que he decidido compartir mi experiencia con vosotros para que comprobéis que aun quedan buenas personas en el mundo.
No hay tanta cantidad de lo malo como creemos pero la mayoría de las veces eclipsa lo bueno.
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