Desde siempre he tenido una imaginación poderosa, y con eso no me quiero referir a inventar historias, sino a situaciones de la vida real. Hablar con alguien (o incluso sin hablar, solo con verle) y haberte una idea de esa persona que no corresponde con la realidad. Te recuerdas a ti misma que ya sabías que le estabas "idealizando", que la persona con la que estabas hablando a través de la pantalla no era exactamente la misma que con la que hablas en carne y hueso.
Lo sabías. Pero no puedes evitar retomar la fantasía de esa persona de tu mente porque es más fácil y bonita que la realidad. Porque vemos a los demás como queremos verlos. Porque la mente es mucho más poderosa de lo que creemos. Porque, a pesar de no sentir nada por él, te decepciona sin saberlo y sin ser culpable de ello.
Todo estaba muy claro desde un principio pero, de nuevo, vuelvo a caer en la misma trampa creada por mí misma. Esta vez, al menos, la caía no fue desde un noveno piso sino desde un par de escalones.
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