Los pájaros cantaban y la luz se colaba entre las rendijas de la persiana, iluminando tenuemente la habitación. La ropa estaba esparcida por el suelo, había un zapato bajo la cama y unos pantalones sobre la mesa escritorio. La pareja se encontraba acurrucada en la cama, aún dormidos. Él tenía un brazo sobre la cintura de ella y las piernas pegadas a las suyas como si fueran dos cucharillas de café.
Ella fue la primera en despertar, tenía un ligero dolor de cabeza pero lo recordaba todo claramente. Sintió el calor de su compañero a su espalda. Disfrutó de su profunda respiración en la nuca durante unos segundos más, entonces se levantó sin hacer ruido. Cogió ropa limpia y cómoda y se dirigió a la ducha, necesitaba despejarse.
Él se despertó pocos minutos más tarde. Todavía con los ojos cerrados palpó las sábanas en busca de su amiga, los abrió al no encontrarla. Se puso en pie frotándose los ojos, salió al pasillo y se detuvo frente a la puerta del baño. Cuando escuchó el rumor del agua caer y una voz femenina tarareando tímidamente sonrió sin saber por qué y volvió al dormitorio. Sabiendo lo ordenada que era ella recogió la ropa que estaba desperdigada por la habitación y lo dejó todo lo mejor que pudo.
Ella no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido, sin saber si deberían continuar con lo que habían empezado o cortar por lo sano antes de que fuera a más, si es que no era ya demasiado tarde. Fue a la cocina y se encontró con él, que estaba sacando una botella de agua de la nevera, únicamente vestido con unos bóxers negros.
- ¿Quieres algo? - Le preguntó amablemente.
- No, ahora lo cojo yo. - Respondió ella.
Abrió el armario superior y sacó un vaso, cuando se giró se cruzó con él. El espacio entre la encimera y la mesa de la cocina era demasiado pequeño para dos personas, se rozaron fugazmente al pasar. Sintió la mirada fija de él mientras abría la puerta del frigorífico y sacaba un bote de zumo. Tomó aire, sabiendo que tendrían que hablar de lo ocurrido.
- Escucha, lo de anoche... - Comenzó ella, sin poder sostenerle la mirada.
- ¿Qué pasó anoche? - Ella le miró con incredulidad.
- Que tú y yo... bueno, ya sabes. - Sus mejillas se sonrojaron.
- ¿Qué es lo que debería saber? - Él ladeó una sonrisa, disfrutando de su desconcierto.
- Lo sabes perfectamente. - Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
- ¿Tan avergonzada estás que no puedes decirlo en voz alta?
- No, no estoy avergonzada. - Se apresuró a aclarar.
- Entonces dilo. - Dio un paso hacia ella.
- No. - Irguió la cabeza orgullosa, no le iba a dar ese gusto.
- ¿Por qué no?
- Porque no. - Se acercó a ella y la levantó, echándosela en un hombro. Ella gritó sorprendida y pataleó aunque se le escapó una sonrisa. - ¡Bájame!
- Si quieres que te baje vas a tener que decirlo.
- Que más quisieras... - Murmuró ella, sin doblegarse.
La puerta se abrió y entró la tercera inquilina del piso, a la que llamaban La Torbellino por su incansable energía. Él la dejó en el suelo con suavidad.
- ¡Buenos días, chicos! - Saludó tan animada como siempre. - Espero que no hayáis desayunado aún porque mirad lo que os traigo. - Se detuvo al observar a sus compañeros. - ¿Qué está pasando aquí?
- Nada. - Respondieron al unísono. Frunció el ceño, mirándoles con desconfianza.
- Claro, y voy yo y me lo creo. No se lo que os pasa pero lleváis unas semanitas la mar de raros. - La pareja cruzó una mirada rápida.
- ¿Qué es lo que nos traes? - Preguntó él.
La Torbellino dejó una bolsa sobre la barra de la cocina y la abrió, sacando un donut de chocolate cubierto con virutas de colores. - Deliciosos donuts de la tienda que está al lado de la casa de mi novio. - Le pegó un bocado.
- Me encantan. - Respondió él, cogiendo al azar un donut con cobertura rosa. La recién llegada se lo quitó de la mano.
- Este es para mi chica, que se que es su preferido. - Le guiñó un ojo. Ella lo cogió.
- Gracias. - Le sonrió.
- Tienes buena cara, te dije que te vendría bien salir y despejarte. - La examinó con una mirada inquisitiva. - ¿O es que hay algo más que no me cuentas?
- ¿Algo más, como qué?
- ¿Un rollete, un ligue de una noche?
- No digas tonterías, sabes que no me enrollo con cualquiera. - Mordisqueó su rosquilla, temiendo hablar más de la cuenta.
- ¿Y tú, compi? ¿Qué tal la noche? - Él sacó otro donut de la bolsa y se lo metió entero en la boca.
- Bien. - Lo masticó con dificultad. - Hubo algunas sorpresas inesperadas. - Miró por el rabillo del ojo a su compañera de cama. Esta se sirvió el zumo en un vaso, ignorándolo intencionadamente.
- Haces meses que no traes ninguna chica a casa, ¿te encuentras bien? ¿No estarás enfermo? - La Torbellino le puso una mano en la frente que él apartó enseguida.
- Estoy perfectamente. ¿Y quién te dice que no estuve con alguna chica anoche? Tú no estabas aquí para saberlo...
- Pero mi ojito derecho si. - Se volvió hacia su amiga que fulminaba con la mirada al chico. - ¿Qué viste?
- A mi no me metais. - Levantó las manos en señal de paz, cogió su vaso de zumo y se sentó en la mesa del salón.
- Venga, contadme. Quiero saber quien entra en el piso que, os recuerdo, también es mio. - Continuó.
- ¿Qué quieres saber? - Preguntó su compañero.
- No se, ¿cómo es? ¿La conoces desde hace mucho? ¿Yo la conozco? ¿Ha estado antes en casa? - Pronunció una pregunta tras otra.
- Esto parece un interrogatorio. - Señaló él. - Veamos... Es amable, guapa, inteligente y divertida. - La aludida se sonrojó ligeramente. - La conozco desde hace un año aunque en un principio no le había dado la importancia que merecía. ¿Si la conoces? - Compartió una mirada con su cómplice que negó con la cabeza imperceptiblemente. - Puede ser, ha estado antes aquí.
La Torbellino apoyó los codos sobre la barra y le miró con una sonrisa.
- Por tu forma de hablar parece que hay algo más que un simple revolcón. - Él se quedó silencio, pensando en qué podría haberle hecho creer eso. - ¿Tal vez algún sentimiento amoroso? - Todo se aclaró de repente para él. Entonces, ¿era eso lo que le estaba pasando? ¿Se estaba... enamorando?
- Eso no es posible. - Dijo la otra chica, levantándose de golpe de la silla. - ¿Nuestro chico enamorado? No lo creo, se lo hubiera demostrado antes.
- ¿Y tú que sabes? - Inquirió su enérgica compañera. - ¿La conoces?
- No, claro que no. - Cogió el vaso de vidrio vacío y entró en la cocina esquivando a su compañero. - Yo no se nada.
Hubo un tenso silencio.
- En serio, no se qué os ocurre últimamente. Bueno, me voy a dar una buena ducha. Espero que estéis más calmados cuando salga. - Desapareció por el pasillo.
Una vez que hubo dejado el vaso en el fregadero, salió de la cocina sin mirarle a la cara.
- No te importa fregar tú, ¿verdad? - Murmuró al pasar frente a él.
- No, claro. - Él la paró sujetándola de la muñeca. - ¿Qué pasa?
- Nada. - Mintió.
- Se que tienes algo que decirme así que no te dejaré tranquila hasta que lo hagas. - Ella puso los ojos en blanco.
- Deberías saber algo y es que el mundo no gira a tu alrededor. - Tal vez el mundo no pero el suyo no había sido el mismo desde que le conoció.
- Lo se. - Ella se perdió en sus pensamientos, tratando de razonarlo todo, de luchar contra ese extraño sentimiento que cada vez iba a más. Él, al ver que ella se quedaba callada, decidió seguir hablando. - ¿Con que no te enrollas con cualquiera?
- Sí, pero no te lo creas tanto que no va a volver a ocurrir. - Dijo con un tono demasiado brusco.
- Creía que te lo habías pasado bastante bien, si tienes dudas le podemos preguntar a los vecinos que seguro que nos han escuchado. - Ella ignoró la provocación y se tomó su tiempo antes de responder.
- Escucha, tengo mi dignidad y no pienso ser una más. Así que espero que esto no salga de entre nosotros. - Ella le dio la espalda sintiéndose estúpida por haber llegado tan lejos con él, notaba los ojos húmedos. Él se puso frente a ella, cortándole el paso.
- No eres como las demás.
- ¿Por qué, qué es lo que me diferencia?
- En que a ti te... - quiero, no se atrevió a decir esas palabras en voz alta así que buscó otra forma de explicarlo. - En muchas cosas. ¿No has escuchado la conversación que acabo de tener hace un momento con ella? - Señaló hacia el fondo del pasillo, donde se encontraba su otra compañera en la ducha. - No sabía lo que me estaba pasando por eso no te lo había demostrado antes. - Sus ojos celestes eran cristalinos y sinceros, como sus palabras. Le cogió de la mano. - Dame una oportunidad, no la desperdiciaré.
Ella le mantuvo la mirada hasta que no pudo más.
- De acuerdo. - El corazón de su compañero dio un vuelco de alegría al oír su respuesta. Se abrazaron. - Pero como te atrevas a romperme el corazón te vas a enterar. - Le advirtió ella señalándole con el índice. Él negó con la cabeza, poniéndose serio de repente. Se inclinó y la besó con ternura, aun rodeándola con los brazos, como si temiera perderla.
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