viernes, 8 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 19 - SEGUNDA PRIMERA CITA

A la tarde siguiente de mi vuelta a casa el teléfono sonó.
- ¿Si? - Pregunté al descolgarlo.
- ¿Catherine? Soy Dean. - Sentí un revoloteo en mi estómago.
- Dime. - Enrosqué el cable del teléfono en mi dedo.
- La familia de David ya tiene el reloj. Se han alegrado, dentro de lo que cabe, de saber que sus últimas palabras fueron para ellos y de tener algo más para recordarle.
- David estaría orgulloso de ti.
- No es para tanto. - Dijo con modestia. Hizo una pausa. - ¿Sabes? Tanto tiempo aplazando este momento por miedo a sus represalias y resulta que incluso me han dado las gracias.
- ¿Lo ves? No tenías de qué preocuparte. - Sonreí.
- Tenías razón. - Nos quedamos en silencio durante un momento, solo se escuchaba su respiración al otro lado de la línea. - Em, me han dicho que has ido a la universidad, ¿y eso? Pensaba que ibas a hacer unos estudios superiores.
- Cambié de idea. Decidí arriesgarme, salir de mi zona de confort y atreverme a probar algo nuevo. Estaba cansada de que el miedo me impidiera hacer algo diferente.
- ¿Y cómo te está yendo?
- Bien, creo que lo estoy llevando mejor de lo que pensaba. - Me toqueteé las puntas del pelo con nerviosismo. - Hasta ayer pensaba que seguías en el pueblo con tus tíos.
- Lo estuve, hasta hace una semana. La verdad es que ir allí ha sido una de las mejores ideas que he tenido aunque debería haberlo hecho todo de otra forma, sobre todo contigo. - Me mordí el labio, sin decir nada. - Me gustaría contarte lo que ha ocurrido en el pueblo pero por teléfono es difícil de explicar. ¿Podríamos vernos mañana? Quiero decir, si no estás ocupada. - Aguardó mi respuesta.
- Estaría bien. - Dije tras una pausa.
- Estupendo. - Noté su sonrisa al otro lado de la línea. - ¿Te recojo a las 8 en tu casa?
- De acuerdo. Hasta mañana, entonces.
- Hasta mañana.
Dejé con suavidad el auricular en su sitio, pensando en las consecuencias que traería esto. No quería que me volvieran a hacer daño, y mucho menos el mismo chico.

Me puse un vestido azul de invierno con unos botines. Me recogí la parte superior del pelo con una horquilla y me observé en el espejo. Una cita con mi ex-novio. Decían que las segundas partes nunca eran buenas pero necesitaba comprobarlo por mi misma y, si era posible, ser la excepción a esa regla.
Llamaron a la puerta y mi madre abrió. La escuché saludar a Dean con entusiasmo, siempre le había gustado para mí y se llevaban muy bien. Bajé los escalones mientras guardaba el móvil en el bolso, ambos guardaron silencio al verme. Al alzar la vista me encontré con la preciosa mirada de Dean. Sentí un revuelo en mi estómago y calor en mis mejillas. Se había puesto un jersey de lana verde sobre una camisa blanca y un pantalón beige.
- Hola. - Me saludó con una sonrisa.
- Hola. - Le respondí con otra. Me despedí de mi madre dándole un beso en la mejilla. - Hasta luego.
- Tened cuidado y pasadlo bien.
- Gracias, Rose, y no se preocupe, la traeré sana y salva. - Dijo Dean.
- Eso ya lo se. - Respondió mi madre con una sonrisa.
Salimos al porche. Para estar casi a finales de diciembre hacía una buena noche.
- Estás muy guapa. - Sentí que me volvía a sonrojar.
- Gracias, tú también. - Respondí.
Nos acercamos a un coche azul que había aparcado junto a la acera. Dean apretó un botón de sus llaves y las luces parpadearon.
- ¿Es nuevo? - Le pregunté. Su antiguo coche era un Range Rover negro de segunda mano, había ahorrado desde los 16 años para comprárselo.
- Sí, necesitaba un vehículo que se adaptara a mí. - Se dio unos golpecitos en la pierna.
Asentí, temiendo haber metido la pata, pero parecía tomarse su minusvalía con mejor humor. Me abrió la puerta del copiloto.
- Las damas primero. - Inclinó ligeramente la cabeza.
- Gracias. - Le respondí con otra inclinación de cabeza y me senté. Él tomó asiento. - ¿Dónde vamos? - Pregunté.
- Es una sorpresa. - Me miró con una sonrisa misteriosa y puso el coche en marcha.

Salimos de la ciudad y aparcó frente a un rústico local con un cartel fluorescente en el que se leía "El ruiseñor" junto al dibujo de un pájaro con el pico abierto del que salían notas musicales. Me quedé mirando el letrero mientras bajaba del coche.
- No sabía que existiera este lugar. - Dije.
- Pues aún te queda mucho por ver. Te encantará. - Me ofreció su mano y la tomé inconscientemente, todavía fijándome en la fachada del edificio.
Su interior era acogedor y tenía un toque retro aunque todo parecía nuevo. Los camareros y camareras patinaban por el restaurante, sirviendo y atendiendo a los clientes. El color de su uniforme era azul claro y llevaban un delantal blanco con bolsillos atado a su cintura. Había un tocadiscos antiguo al lado de un escenario de madera sobre el que había un par de taburetes y dos micrófonos.
- ¡¿Eso es...?! - Pregunté algo eufórica. Dean asintió.
- Exacto, un karaoke. - Me mordí el labio mirando hacia el escenario. No me atrevía a cantar en público pero era algo que me encantaba aunque no se me daba bien.
Nos sentamos en una mesa cercana al escenario.
- Bonito, ¿verdad? - Asentí, observando la decoración de las paredes. Me volví hacia Dean.
- ¿Cómo sabías que esto me iba a gustar?
- Te conozco bastante bien. - Una camarera se acercó a nosotros rodando con sus patines.
- Buenas noches y bienvenidos a "El ruiseñor". Mi nombre es Sue y voy a ser vuestra camarera esta noche. ¿Qué vais a tomar? - Nos preguntó con una sonrisa.
- Todavía lo estamos pensando, Sue. - Respondió Dean mirando su hoja del menú, la mía ni siquiera la había abierto.
- De acuerdo. Entonces volveré dentro de un rato. - La observé alejarse.
- Qué buen recibimiento. Cada vez me gusta más este sitio. - Dean me miró con una sonrisa de satisfacción en los labios. Me puse un mechón de mi corto cabello detrás de la oreja. - Bueno, ¿qué tal en el pueblo con tus tíos? - Me centré en el tema por el que habíamos quedado.
- Muy bien. Como te dije, me ha ayudado mucho. - Sonrió. - Se puede decir que el aire del campo me ha sentado bien.
- ¿Mucho trabajo duro?
- La verdad es que sí, he estado ocupado la mayor parte del día. Era una sensación muy agradable el irme a la cama tras un largo y productivo día de faena. Lo peor era madrugar. - Rió por lo bajo. - Sabes que nunca lo he llevado bien, pero al final me terminé acostumbrando. Más o menos un mes después de que llegara al pueblo, se celebró una verbena, una de estas fiestas de pueblo para celebrar el día de la cosecha o algo así. - Apoyó los brazos sobre la mesa. - Jamás imaginé que a partir de ese día las cosas iban a ser diferentes. Ahí conocí a Ashley, cambió mi forma de verlo todo. - Sentí una punzada de celos pero traté de controlarme. Yo había estado con Nigel, no sería justo que me enfadara con él por haber conocido a otra chica.
- ¿Cómo es? - Pregunté mirando el menú con indiferencia.
- Es de baja estatura, cabello castaño claro, con un gran sentido del humor y poco sentido del ridículo. Es una de las mejores personas que he conocido, de estas personas que son imposibles de odiar y que te transmiten confianza desde el primer momento en que las ves.
- Ya sé lo que tomar, llamaré a Sue. - Cerré el menú y alcé la mano, tratando de llamar su atención. Nigel tenía razón, Dean había encontrado a otra chica con la que pasar su tiempo, y parecía estupenda.
 - Me ha enseñado a reírme de mi mismo y a que no se acaba el mundo porque me falte una pierna o esté chamuscado. Me recomendó libros y películas que me han dado fuerzas para continuar y para tomarme la vida de otro modo. - Observé el brillo que adquiría su mirada al hablar de ella y me sentí fuera de lugar.
- No sabes cuánto me alegro por ti. - Dije con sinceridad, deseando haber sido yo la que le hubiera hecho ver el mundo de esa forma. Sue se acercó.
- ¿Ya os habéis decidido? - Nos preguntó con una amable sonrisa.

Me enjuagué las manos en el lavabo del servicio de señoras y me dirigí hacia la mesa donde acabábamos de terminar de cenar. Dean no estaba sentado en ella, sino que se encontraba sobre el escenario. Me quedé de pie, observándole extrañada.
- ¿Esto funciona? - Preguntó pegándose el micrófono a los labios. Se escuchó un desagradable chirrido metálico, seguido por las quejas de los clientes. - Perdón, perdón. Vale, creo que ya se cómo va.
>> Buenas noches, damas y caballeros. Mi nombre es Dean y quisiera dedicarle una canción a esta encantadora chica llamada Catherine. - Me señaló con la mano. - Para eso me gustaría que subiera al escenario conmigo, el problema es que es muy tímida. ¿Podríais echarme una mano? - Miró a su público. Quise desaparecer en ese mismo instante, volverme invisible, que me tragara la tierra, lo que fuera.
Corearon mi nombre, diciéndome que subiera. Finalmente accedí, enrojeciendo hasta la raíz del cabello. La música empezó a sonar y una pantalla que había a los pies del escenario se encendió. Me tapé con los brazos, incómoda ante la atenta mirada de los comensales.  
Dean comenzó a cantar, no tenía una gran voz pero no importaba, el significado de la canción lo decía todo. Era Just the way you are de Bruno Mars, en la que le decía a su chica que no tenía que cambiar nada de ella ya que era increíble tal y como era. Me ofreció un micrófono para que le hiciera los coros y, al acabar la canción, sentí los ojos húmedos de la emoción.
Me dio la mano y saludamos al público con una reverencia.
- Muchas gracias por aguantar mis berridos y un fuerte aplauso para Catherine y también para vosotros, que habéis logrado convencerla para que suba. - Bajamos del escenario sentándonos en nuestra mesa.
- ¡Qué vergüenza! ¿Por qué has hecho esto? - Murmuré.
- Porque te quiero. - Le miré sorprendida, no esperaba esa respuesta. Se puso serio. - Sé que te hice daño y que tardaré en recuperarte pero no importa lo que cueste, haré que me vuelvas a querer. - Me quedé sin habla. - Las palabras se las lleva el viento, lo sé, y por eso te demostraré lo importante que eres para mi cada día, empezando por hoy.
- ¿Y qué pasa con Ashley? - Pregunté tras un instante. Me miró perplejo.
- ¿Qué pasa con ella?
- No quiero interponerme entre vosotros. - Dean sonrió, negando con la cabeza.
- ¿Creías que ella y yo...? No, es mi mejor amiga y la admiro, pero no podría verla de otra forma, además, tiene novio. - Me cogió la mano que tenía sobre la mesa. - Tú eres la única chica que ocupa mi corazón, Catherine.
Compartimos una mirada silenciosa.
- ¿Vais a tomar algo más? - Nos sobresaltó Sue, apareciendo a nuestro lado. Aparté la mano.
- No, gracias. Cuando puedas tráenos la cuenta, por favor. - Respondí.
Dean se empeñó en invitarme a pesar de mi insistencia de pagar a medias. Durante el camino de vuelta charlamos sobre temas banales. La canción que había bailado la primera vez con Nigel sonó en la radio, bajé el volumen en cuanto me percaté de ello.
- Estoy harta de esa canción. - Me excusé cuando Dean me miró. Y también de todo lo que significaba y de los recuerdos que me traía.
Paró frente a mi casa.
- Me lo he pasado muy bien hoy. - Dije.
- Yo también. Te he echado mucho de menos durante todo este tiempo.
- Y yo a ti. - Se inclinó, dispuesto a besarme pero le puse la mejilla. Dejó sus labios un momento sobre mi piel y se alejó. Pude ver un destello de dolor en su mirada. - Gracias por todo. Ha sido una maravillosa sorpresa.
- Me alegra que te haya gustado. - Abrí la puerta del coche. - Y, Catherine, - le miré - que sepas que no voy a rendirme tan pronto.

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