viernes, 21 de febrero de 2014

"Bailar es soñar con los pies" (Primera parte)

Tenía la respiración acelerada y las gotas de sudor resbalaban por mi rostro. Mi compañero se tumbó en el suelo de parqué a mi lado, también sudando, con las manos descansando sobre su estómago.
- ¿Qué tal si lo dejamos por hoy? - Propuso.
Miré el espejo que ocupaba la totalidad de la pared de enfrente, mi reflejo me devolvió una mirada cansada. La sala de baile consistía en un amplio rectángulo con tres ventanas y un equipo de música de mediana calidad.
- Una vez más. - Me levanté del suelo, tomé un buen sorbo de agua y me sequé la cara con una toalla. Le pasé su botella a Tony, que acababa de ponerse en pie.
- Desde el principio. - Dije. Puse en marcha el equipo y me apresuré a colocarme en mi posición. Comenzamos a hacer la coreografía que habíamos repasado tantas veces, mis piernas se movían automáticamente. En la mitad de la canción giré dos veces sobre mi misma, en la tercera vuelta mi pie resbaló sobre la madera y me hubiera caído al suelo de no ser por Tony.
Le di las gracias con un asentimiento de cabeza y me pasé las manos por la cara, frustrada.
- La actuación es mañana, no podemos tener ningún fallo como este. - Me imaginaba bailando ante el público y cayendo al suelo delante de todos.
- Incluso los bailarines profesionales tropiezan algunas veces. - Me consoló Tony. - Además, es normal, estás cansada. Los dos lo estamos. - Añadió. Paró la música y se secó el rostro con la camiseta, mostrando unos tímidos abdominales. Desvié la vista.
- Tienes razón, ya hemos ensayado bastante por un día.
Recogimos nuestras cosas y salimos de la academia cerrando con la llave que nos había dejado Eduardo, el profesor de baile. Hacía una noche fresca de verano y la luna menguante nos sonreía desde el despejado cielo. Tony trató de sacar un tema de conversación sin éxito mientras me acompañaba hasta el coche.
- Bueno, mañana es el gran día. - Me recordó. Suspiré, notando un nudo de nerviosismo en mi estómago. - No te preocupes, nos saldrá bien. - Asentí sin apartar la vista de mis llaves. Me puso los dedos en la barbilla y me obligó a mirarle a los ojos. - Hemos estado ensayando durante meses, casi a diario. Todo saldrá bien. - Me sonrió con esa sonrisa cálida y tranquilizadora tan natural en él. Aún sentía un cosquilleo en mi estómago pero ya no era por esos nervios. Le respondí con otra sonrisa.
- Gracias.
- ¿Por qué? - Preguntó. Por animarme, por evitar que me cayera al suelo, por acompañarme hasta el coche, por hacer de mi día a día algo más ameno, simplemente por estar ahí, sonreírme y mirarme de esa forma que solo tú sabes, por hacerme sentir especial...
- Por todo un poco. - Dije finalmente. - Mañana nos vemos.

Había mucho revuelo en los camerinos, los bailarines entraban y salían. Nosotros actuábamos los cuartos, ya había calentado y estaba dándome los últimos retoques.
Observé mi vestido. Se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel, tenía los costados al aire, el escote en forma de corazón, los tirantes cogidos al cuello y la espalda al aire. De mis caderas colgaban unos flecos rojizos, a juego con el resto del atuendo. Después me fijé en ese mechón de cabello rebelde que no se quedaba ondulado como el resto de sus hermanos. Entrecerré los ojos y le intenté dar forma con los dedos.
- Kelly. - Me llamó Tony apareciendo por la puerta. Llevaba una camiseta de manga larga roja con el pecho al descubierto y unos ajustados pantalones negros. - Guau, estás... - se interrumpió, nervioso de repente. - Ya nos toca. ¿Estás lista?
- Eso espero. - Bajó sus manos por mis brazos hasta detenerse en mis muñecas.
- Solo tenemos que hacerlo como en los ensayos. - Forcé una sonrisa.
- ¿Recuerdas lo que tardé en aprender a hacer bien la pirueta? Menos mal que estaba la colchoneta para evitar que me hiciera daño.
- Pero al final la conseguimos dominar. - Me cogió de las manos. - Kelly, no voy a dejar que te caigas. Confía en mi. - La seguridad en su voz y la calidez de su mirada me tranquilizó.
- Ya lo hago. - Contesté en un murmullo y le apreté las manos con suavidad.
- ¡Kelly, Tony, os toca! - Nos llamó Eduardo desde la escalera que subía hasta el escenario.
Mis flecos se movían rápidamente con cada paso que daba, Tony me seguía a poca distancia. Ascendimos por los escalones con paso seguro y esperamos en las bambalinas, ocultos tras unas gruesas cortinas negras. Teníamos más público del que pensaba, los familiares y amigos de los bailarines y algunos curiosos llenaban las butacas de la zona inferior del teatro y las tres primeras filas de la parte superior.
Salí de mi ensimismamiento al escuchar al presentador decir mi nombre. Tomé aire, las luces se apagaron y, cuando se volvieron a encender, Tony y yo ya estábamos colocados en nuestras posiciones. La música empezó a sonar y mis pasos se hicieron automáticos, incluso fui capaz de fijarme en el público, al que no veía debido a los focos que nos alumbraban, y sonreirles. La canción, una mezcla de ritmos latinos y electrónicos, aumentaba su intensidad conforme avanzaba hasta terminar con un giro simple, una inclinación de torso y un golpe de platillos.
Crucé una mirada con Tony, con la respiración acelerada. El momento había pasado demasiado rápido y todos los nervios e inseguridades me parecían ahora estúpidos e innecesarios. Quería volver a actuar. Me incorporé, cogí a Tony de la mano y saludamos a nuestro público, que aplaudía alegremente. Le eché un último vistazo al auditorio y seguí a Tony detrás del escenario.
Una vez ocultos del público, salté de alegría y abracé a Tony, que dio una vuelta sobre sí mismo, haciendo que mis pies dejaran de tocar el suelo durante ese instante. Me dedicó una deslumbrante sonrisa a la que respondí con otra más tímida. Me volví hacia el profesor de baile, que estaba tras las cortinas del lado contrario, este levantó el pulgar y sonrió, señal de que le había gustado. Me sentía relajada y contenta porque tras tanto esfuerzo y tiempo ensayando, la coreografía nos había salido. Noté que Tony me miraba y me volví hacia él.
- ¿Ves? No tenías de qué preocuparte, señorita perfeccionista. - Me pellizcó la mejilla. También él parecía más relajado. Hundí un dedo en su costado, haciéndole torcerse por las cosquillas.
- Lo sé, pero quería que todo saliera bien. - Él asintió, comprendiéndolo.
Observamos la actuación del resto de bailarines sin movernos del sitio.  Se me habían quitado tanto los nervios que me entró frío, Tony me rodeó el hombro con un brazo para que entrara en calor.
Una vez terminadas todas las actuaciones, el presentador llamó a todos los participantes y profesores para que subieran al escenario. Me coloqué entre Tony y una chica que había hecho gimnasia rítmica con un aro.
- Y ahora, querido público, nos dispondremos a entregar un pequeño obsequio para agradecer a los participantes sus actuaciones. Comenzamos por los profesores. - Cada uno de ellos recibió de los alumnos de su academia un ramo de flores y una placa agradeciéndoles el trabajo dedicado. Después, todos los bailarines recibimos un diploma por participar en el acto.
- Para finalizar esta agradable velada, le daremos un premio especial a la actuación más brillante. - Una chica vestida de negro apareció de la nada y le dio un sobre al presentador. - Gracias, Hayley. Ya se ha realizado el recuento de vuestros votos y el ganador o ganadora es: ¡Anthony Dickens y Kelly Miller de la Academia Salazar!
Dí un brinco al escuchar mi nombre y miré a Tony atónita, él tampoco parecía creérselo. Le abracé con fuerza reprimiendo las lágrimas de emoción.
- Venga, venid a recogerlo, no seáis tímidos. - El presentador tenía en sus manos un trofeo dorado en el que se veía a una pareja bailando. Nos acercamos a él y, tras darme dos besos, me pasó el premio, que pesaba más de lo que parecía. - Mi más sincera enhorabuena, pareja. Se sentía la pasión y la química en cada movimiento que hacíais. - Sentí que me ruborizaba. - Desde luego, a mi me habéis conseguido emocionar, y no me emociono fácilmente. ¡Un fuerte aplauso para ellos!
Tony me pasó el brazo por la cintura y posamos para la foto.
- ¡Y otro fuerte aplauso para nuestro querido público! Sin vosotros nada de esto hubiera sido posible. Muchas gracias por vuestro tiempo.
Aun en estado de shock le pasé el premio a Tony con dedos temblorosos y seguí a los demás bailarines hacia las escaleras de los vestuarios. Apenas era consciente de las felicitaciones que recibíamos mientras caminábamos por el pasillo y de mis casi inaudibles "gracias". Tony me cogió del brazo.
- ¿Estás bien? - Preguntó preocupado. Me extrañó la pregunta. - Estás temblando.
- Sí. - Me aclaré la garganta. - Sí, estoy bien, solo que no me lo creo. - Sonrió más tranquilo.
- Pues créetelo, lo hemos conseguido. - Alzó el premio en una de sus fuertes manos. Sonreí, respirando hondo. Aguanté el impulso de abrazarle y le empujé con suavidad para que siguiera andando.
- Ten cuidado, no vaya a caérsete.
- No me lo perdonarías, ¿verdad? - Jugueteó con el premio mientras caminaba de espaldas con una sonrisa ladeada. No tenía ni idea de hasta qué punto sería capaz de perdonarle lo que hiciera.
- Cuidado. - Traté de arrebatárselo de las manos. Las apartó con agilidad y se pasó el premio de una a otra.
- Demasiado lenta. - Me picó. Le saqué la lengua. Seguí el trofeo con la mirada y conseguí rozarlo con los dedos. - ¡Uy, casi! - Se burló.
- Tony... - Puse los brazos en jarras.
- Así me llamo. - Salté pero lo levantó sobre su cabeza, que superaba varios centímetros la mía. Gruñí. - Eso no es muy sexy en una dama.
- ¿Y tú que sabes? - Pensé mi siguiente movimiento sin perder de vista el trofeo.
- Más de lo que piensas, querida Kelly. Soy un hombre y como tal sé lo que nos gusta. - Volví a saltar pero se apartó y salió casi corriendo por el pasillo, le seguí.
Conseguí alcanzarle y le tiré de la camisa para pararle.
- ¿Eso quiere decir que no gusto a los chicos? - Aunque al único al que realmente quería gustar era a él. El juego parecía haberse acabado y el tema de conversación se dirigía a un punto que me interesaba.
Tony se detuvo y se volvió lentamente hacia mi. Tantos meses ensayando codo con codo con él, las caídas, las risas, las charlas durante los descansos y las vueltas a casa, su sonrisa, su mirada, la forma en que me hacía sentir, la seguridad de sus brazos... Se había convertido en parte de mi vida y quería que siguiera siendo parte de ella a ser posible como algo más que un compañero de baile. Para ello tenía que asegurarme que él sentía lo mismo.
- Eso no es verdad. - Parecía buscar las palabras adecuadas, aguardé a que continuara. Resopló. - Tergiversas mis palabras, no me refería a eso. - Se pasó una mano por la nuca y me miró. Al hacerlo sus cejas se levantaron ligeramente y su frente se arrugó. Parpadeé tratando de no dejarme deslumbrar por su atractiva pose, de la que él no era consciente.
Volvió a suspirar y paseó la vista por todas partes, visiblemente nervioso.
- Claro que le gustas a los chicos. ¿No has visto cómo te miran?
- No me miran de ninguna forma. - Asintió. - ¿Quién?
- Fíjate en David o en Joe. - Mencionó a algunos compañeros de la academia. - Y con esa ropa más todavía. - Me cubrí con los brazos. - A más de uno casi se le retuerce el pescuezo al mirar para atrás, incluido al presentador.
- ¡Venga ya! - Exclamé, sacudiendo la cabeza. - Son cosas tuyas.
- Te estoy diciendo lo que veo. - Iba a rechistar pero nos interrumpieron.
- Eres Kelly, ¿verdad? - Me preguntó una chica que había bailado la danza del vientre en el escenario. Me tragué mis réplicas y asentí. - Te llaman fuera. - Dijo señalando la salida de los vestuarios y volviendo a lo suyo.
- Vale, gracias. ¿Quién será? - Miré a Tony. Me dirigí hacia la salida y allí estaban mis amigas.
- ¡Hola! - Les saludé. Hacía semanas que no les veía por ensayar el baile. - Habéis venido.
- Hola, bailarina. - Abracé a Leia.
- No nos lo perderíamos por nada del mundo. - Contestó Michaela.
- Has estado genial. - Añadió Jacklyn. - Habéis estado. - Se corrigió mirando por encima de mi hombro. Seguí su mirada, Tony se había asomado tímidamente por la puerta con el trofeo aún en sus manos. Le hice una seña para que se acercara.
- Chicas, él es Tony, mi compañero de baile.
- Ajá... - Dijo Jacklyn asintiendo con una media sonrisa. Le dirigí una mirada de advertencia para que no se fuera de la lengua. Pareció entenderla.
- Ellas son Leia, Michaela y Jacklyn. - Las presenté.
- Encantado. - Murmuró él.
- Igualmente. - Dijeron las tres a la vez.
- Bueno, ¿y cuándo se supone que empieza esa increíble fiesta post-actuación? - Preguntó Michaela moviendo los hombros. - De tanto veros me han entrado ganas de bailar. - Sonreí.
- En cuanto me cambie nos vamos. - Me despedí de mis amigas y fuimos al camerino que me habían asignado junto a otras chicas de mi academia. Me volví hacia Tony, que se había quedado en el umbral de la puerta. - ¿Vendrás a la fiesta?
- Claro, allí estaré. - Me sonrió y me ofreció el trofeo. - Toma, quédatelo tú.
Puse las manos en la base, deteniéndolo.
- También es tuyo. - Nuestros dedos se rozaron. - Podemos turnárnoslo o dejarlo en la Academia.
- Me parece bien. - Ninguno de los dos nos apartábamos incluso me pareció que frotó suavemente su pulgar contra mi piel.
- ¿Te importa si lo guardas tú mientras? Es que no tengo sitio en mi bolso.
- No hay problema. - Una de las chicas salió del camerino empujándome al pasar sin ni siquiera disculparse. Tuve que echarme a un lado para que no me diera también con su bolsa de deporte.
- ¡Qué maleducada! - Murmuré. - Bueno, nos vemos luego. - Me despedí finalmente.
- Hasta luego. - Le observé alejarse por el pasillo. Justo antes de entrar en su camerino miró hacia donde yo estaba y me sonrió. Sonreí a su vez y me metí rápidamente en el mío, manoseando de forma nerviosa un tirabuzón de mi pelo.

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