viernes, 28 de febrero de 2014

"Bailar es soñar con los pies" (Segunda parte)

El local estaba bastante abarrotado pero aún había espacio para bailar. Hice girar a Leia y su cabello castaño claro, ondulado intencionadamente para la ocasión, flotó a su alrededor. Me acerqué a Jacklyn y Michaela, imitando sus movimientos. Pronto las cuatro formamos de nuevo un corro, disfrutando del momento y riendo sin que nos hiciera falta nadie más.
Michaela señaló su boca con el pulgar, indicando que tenía sed. Encabecé la fila hasta la barra ya que era la que estaba más cerca. El camarero se volvió hacia nosotras, tenía los ojos azules y el pelo negro como el carbón. Nos dedicó una sonrisa amable y esperó que habláramos. Miré a Michaela, que se había quedado embobada observándole. Jacklyn le dio con el codo y esta reaccionó. Se metió un mechón que se había escapado de su rubio moño detrás de la oreja y se apoyó en la barra. Paseé mi vista por el pub de manera inconsciente.
- ¿Buscando a tu bailarín? - Me preguntó Jacklyn burlona, a mi lado.
- No le habrás visto, ¿no? - Negó con la cabeza y me ayudó en mi búsqueda.
- Te dijo que vendría así que no tardará en aparecer. - Me mordí el labio.
- No sé, las fiestas no son lo suyo.
- Pero tú sí. Vendrá aunque sea para verte. - Sacudí la cabeza sin estar convencida del todo.
- Ya estoy, chicas. - Dijo Michaela removiendo su bebida con una pajita. - ¿Os habéis fijado en lo mono que es el camarero? ¡Qué ojazos!
- Sí, pero ¿has visto sus orejas? - Comentó Leia. - Son enormes.
- ¿En serio? No me he dado cuenta. - Respondió Michaela. Nos giramos las cuatro a la vez para observarlo mejor.
- ¡Es verdad! - Exclamé. Él camarero se percató de que le mirábamos. Nos reimos.
- ¿Cómo no habéis podido daros cuenta? - Continuó Leia.
- Tenía otras cosas en las que fijarme, como en sus brazos. - Habló Jacklyn.
- Oye, ¡qué yo lo he visto antes! - Se quejó Michaela.
- Todo tuyo, cariño. Sabes que no me van los morenos. - Se echó el cabello hacia delante, este le caía liso hasta la altura de la cintura. - Necesito un rubio con ojos marrones para compensar mi pelo negro y mis ojos grises. - Su vista se perdió en algún punto entre la multitud. - Y creo que ya he encontrado uno, no es muy rubio pero me vale. Y va acompañado de alguien que te interesará, Kelly.
- No creo que... - Seguí su mirada, al lado del "rubio" estaba Tony. Me dedicó una tímida sonrisa, tal vez intimidado por tantas chicas mirando en su dirección. - Ahora vuelvo.
- ¡Dile que te lo presente! - Me pidió Jacklyn. Caminé hacia él sin prisa, Tony dio unos pasos hacia mi pero fue interceptado por el profesor de baile. Me paré en seco, sin saber si acercarme o no. Eduardo parecía hablarle en tono confidencial, le puso una mano en el hombro y le señaló otro sitio del pub. Tony asintió con la cabeza y me dirigió una mirada rápida antes de marcharse con él.
El chico rubio me miró, evaluando mi reacción. Saqué mi móvil del bolso y lo observé mientras daba media vuelta para volver a reunirme con mis chicas.
- ¿Todo bien? - Me preguntó Leia.
- Sí, Tony estaba ocupado. Ya hablaré luego con él. - Respondí quitándole importancia. ¿Qué querría el profesor de baile? Me senté con mis amigas en unos taburetes, alrededor de una mesa alta.
Busqué con la mirada a Tony y Eduardo, estaban en uno de los reservados junto a otro hombre más al que Tony le estrechó la mano, los tres se sentaron alrededor de una pequeña mesa que había entre los sillones. Jacklyn captó mi atención.
- ¿Cómo se llama? - Fruncí el ceño.
- ¿Quién?
- El amigo de tu bailarín. ¿No se lo has preguntado? - Pareció indignarse.
- No he podido hablar con Tony. ¿Por qué no te presentas tú misma?
- ¡Ni hablar! Que se me acerque él primero...
- No seas antigua, los tiempos han cambiado. Da el primer paso. - Le sugerí.
- Mira quien fue a hablar... ¿Ya le has dicho a Tony que le quieres solo para ti? ¿Qué tu corazón late más deprisa cuando estás a su lado? - Hizo una pausa y añadió con una sonrisa pícara. - ¿Qué te gustaría que te hiciera un bailecito privado?
- No sigas por ahí, anda. - Crucé los brazos sobre el pecho y negué con la cabeza. - Eso es diferente, no sé si Tony siente lo mismo y tengo mucho más que perder que tú, así que ve a por el rubiales. - Le señalé pero ya no estaba allí.
- ¿Adónde ha ido? - Preguntó Jacklyn.
- ¿Ves? Has tardado tanto que se ha cansado de esperar... - Hizo un gesto con la mano restándole importancia.
- ¡Bah! Hay más peces en el mar. - Me encogí de hombros y observé al resto de mis amigas.
Leia hablaba con Michaela pero esta estaba absorta, con la vista perdida más allá de su hombro. Seguí su mirada y me llevó hasta el camarero, que agitaba una coctelera al ritmo de la música haciendo babear a más de una chica.
Leia ya hacía rato que había desistido de mantener una conversación con ella cuando Michaela se percató de que las tres la mirábamos.
- ¿Qué? - Dijo cohibida, metiéndose un mechón de pelo suelto tras la oreja. Jacklyn puso los ojos en blanco.
-  Vamos a ver a tu camarero. - La cogió de la mano y tiró de ella con suavidad.
- Pero, ¿y qué le digo? - Preguntó Michaela nerviosa.
- Yo te guiaré pero tú también tienes que poner de tu parte. Verás... - Sus voces se fueron apagando conforme se alejaban.
- Aprovechando que estamos solas, cuéntame. - Leia se cambió de asiento y se puso a mi lado. - Tony y tú, ¿qué?
Sonreí y me aparté el pelo de la cara.
- No me atrevo a lanzarme. Hay momentos en los parece que siente lo mismo y otros que no. No sé qué pensar. - Apoyé los codos sobre la mesa y me froté el rostro. - A veces pienso que veo señales donde no las hay. Creo que me voy a volver loca. - Sonreí sin ganas.
- ¡Por favor! - Exclamó, poniendo los ojos en blanco. - He visto cómo te mira y cómo te sonríe... Esos ojitos no se los pone a todas, estoy segura. - Desvió la vista. - Hablando del rey de Roma...
Seguí su mirada. Tony estaba hablando con el chico rubio, ambos miraron hacia nosotras, aparté la vista durante un segundo pero no pude evitar volver a mirar. Su amigo le dio un empujón y Tony caminó hacia mi con una gran sonrisa blanca.
- ¿Quieres más pruebas? Ahora es el momento perfecto, ¡vamos! - Me animó y me empujó con suavidad.
Me levanté del taburete y esperé que se acercara.
- ¿Qué tal va la noche? - Comenzó.
- Bien, y parece que cada vez mejor. - Dejé caer con una sonrisa. - ¿Y la tuya qué tal?
- Ven, vamos a bailar. - Acepté su mano y nos acercamos tímidamente el uno al otro. Nunca habíamos bailado antes sin coreografía.
- Creía que ya no ibas a venir. - Comenté.
- Te dije que vendría y siempre cumplo mi palabra. - Le sonreí.
Poco a poco nos fuimos soltando. Bailamos al ritmo de la música, dando lo mejor de nosotros, ignorando todo lo demás. Solo estábamos él y yo, y el compás frenético de la melodía.
Nuestros cuerpos se movían al unísono, cada vez más pegados, como si estuvieran hechos el uno para el otro y hubiera un imán invisible que nos tentara a acercarnos. Me fascinaba el modo en el que parecía conocer mis movimientos antes incluso de que yo misma los supiera.
Alcé la vista y me encontré con sus preciosos ojos castaños, que estaban fijos en los míos. Los latidos de mi corazón retumbaban con fuerza en mis oídos y sentía su respiración agitada por el baile. Fue solo un segundo pero esa mirada pareció detener el tiempo. Algo vibró en su bolsillo, lo que me hizo volver a la realidad.
Miró la pantalla de su móvil y alzó una ceja, extrañado.
- Tengo que responder, lo siento. - Pasó su mano por mi brazo en señal de disculpa y salió del pub.
Me quedé ahí de pie, mirando el lugar por donde se había ido. Cada vez que trataba de acercarme a él algo me impedía hacerlo, como si no debiéramos estar juntos. Sacudí la cabeza, deshaciéndome de esa idea. Tomé aire y abrí la puerta.
Un agradable aire fresco inundaba la noche, el cielo estaba despejado y la luna brillaba plateada en un cielo con pocas estrellas. Miré a ambos lados, a la izquierda, apartado de la entrada, se encontraba Tony hablando, o más bien discutiendo, por teléfono.
- ¿Después de tanto tiempo me llamas para eso? -Hizo una pausa. - ¡A ver cuándo lo entiendes! Me gusta esto, es lo que hago y me encanta. - Se pasó una mano por el pelo, sin dejar de andar de un lado a otro escuchando lo que decía la otra persona. - Para tu información, a este inútil hermano tuyo le acaban de ofrecer un puesto de trabajo. Y encima, cobraría el doble que tú. - Se paró en seco. - Así que ahora si que te interesa lo que digo, ¿no? Pues lo siento, ya es muy tarde. ¡Adiós! - Colgó enfadado. Murmuró un insulto entre dientes.
Caminé hacía él, mis tacones resonaron por la acera y Tony me miró. Bajó la vista avergonzado y se rascó una de sus espesas cejas.
- Siento que hayas tenido que oír esto. - Me detuve a pocos pasos de distancia.
- ¿Qué ha pasado?
- Mi hermano mayor. Hace casi dos años que no se nada de él y ahora me llama como si no hubiera pasado nada y encima sigue con la absurda idea de que el baile es inútil y poco varonil. - Suspiró. - ¿Por qué le cuesta tanto apoyarme? Desde siempre. Es demasiado cerrado de mente para comprender algo que esté fuera de lo que está acostumbrado a ver.
- Puede que necesite tiempo para hacerse a la idea. - Bufó.
- ¿Más?
- O... si te viera bailar a lo mejor cambiaría de idea. - Continué. - Cuando vea lo feliz que te hace y lo bien que se te da entenderá lo que le has tratado de explicar desde hace tanto.
- Quién sabe... - Sopesó mi idea. Había algo de la conversación que me había llamado la atención.
- Oye, y ¿ese puesto de trabajo del que hablabas? ¿A qué te referías?
- Te lo iba a decir pero todavía no es seguro. Verás, un amigo de Eduardo que ha visto la actuación de hoy está buscando bailarines masculinos para un nuevo musical y quieren contar conmigo.
- ¡Eso es genial! - Le abracé. - Enhorabuena. ¿Y por qué no es seguro?
- Porque todavía no he dicho que sí. - No le veía muy entusiasmado.
- Es una gran oportunidad, deberías aceptarla. - Asentí. Parecía que yo estaba más contenta que él.
- El problema es que tendría que estar de gira, unos días aquí, otros en a saber donde. - Sus argumentos no tenían sentido alguno.
- Eso es lo de menos. - Se volvió hacia mi.
- ¿Sabes? No me gustaría dejar la academia, además, estos meses ensayando contigo han sido fantásticos.
- Para mi también han sido maravillosos, tenerte como compañero de baile ha sido una de las mejores cosas que me han pasado. Pero allí conocerás a otros compañeros y compañeras. - Dio unos pasos hacia mí, acortando la distancia entre nosotros.
- No lo entiendes. - Paseó su mirada por mi rostro. - No quiero dejar esto, mejor dicho, no quiero dejarte a ti.
Se inclinó y rozó mis labios con delicadeza. Cerré los ojos y le respondí al beso. Nos separamos lentamente. Sonreí con timidez y bajé la mirada.
- No sabía que sintieras eso. - Le sostuve la mirada con cierta dificultad.
- Yo creía que eras tú la que no lo sentías. - Negué con la cabeza y miré sus labios. Me esforcé en retomar el tema de la conversación.
- Yo tampoco quiero que te vayas pero no puedes rechazar una oferta así. Seguiremos en contacto, para algo existen los móviles, las redes sociales, las videollamadas...
- Eso cambiaría las cosas entre nosotros.
- ¿Y no han cambiado ya? - Una media sonrisa se dibujó en sus labios. Coloqué una mano en su pecho. - Nos adaptaremos. - Le cogí de las manos. - No seas tonto y lances tu futuro por la borda.
La intensidad de su mirada me hacía querer apartar la vista pero a la misma vez no quería que dejara de mirarme así.
- No quiero que por mi culpa desperdicies esta gran oportunidad. Estoy dispuesta a intentarlo,¿y tú? - Continué. Le sonreí, temiendo su respuesta.
- Más que dispuesto. - Miró mis labios, puso una mano en mi nuca y me besó. Le rodeé el cuello con el brazo libre.
Al igual que ocurría cuando bailábamos, nuestros labios se sincronizaban a la perfección, como si estuvieran acostumbrados a buscarse.
La música del interior del pub se intensificó cuando la puerta se abrió y un chico rubiazco apareció.
- ¡Aquí estás! - Nos apartamos. Me miró con los ojos muy abiertos y luego a Tony. - ¡Uy, perdón! Yo no... ya me... - Se dio media vuelta y desapareció por donde había venido. Reí ante su reacción.
- Ese es Donny, como verás es muy oportuno. Ven, te lo voy a presentar. - Me tomó de la mano. - Se alegrará de conocerte por fin.
- ¿Por fin? - Repetí. Me abrió la puerta con una sonrisa.
- Tal vez le haya hablado un poco de ti... - Admitió. Ahora todos mis miedos e inseguridades sobre lo que sentía Tony me parecían tontos y me arrepentí de no haberlo hablado con él antes. Acabábamos de empezar pero lograríamos superar ese impedimento llamado distancia.

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