lunes, 14 de julio de 2014

El fuego de la danza continúa...

Tony paró el reproductor de música y sacié mi sed. Hacía 6 meses que había empezado su gira y por fin le habían dado unas semanas de descanso. Esos meses sin él habían sido duros, muy duros, afortunadamente nos la arreglamos para tener el tiempo suficiente para hablar a diario y ponernos al día. Las críticas del musical habían sido buenas y cada vez les solicitaban para más lugares. Además de realizar las actuaciones, a Tony le enseñaban nuevas técnicas y estilos de baile y le ayudaron a mejorar su voz para que participara también en los coros. Le veía más seguro de sí mismo que cuando se fue y también más maduro.
Por mi parte, seguía en la academia Salazar, trabajando duro y a diario, y me había apuntado a un concurso de baile en el que el ganador se llevaría una beca para estudiar en una de las academias de danza con más prestigio de la comunidad. Faltaba apenas mes y medio para el gran día.
- Entonces, ¿cómo me ves? - Le había pedido que me ayudara a mejorar mi coreografía.
- Perfecta, como siempre. - Me dijo guiñándome un ojo. Puse los ojos en blanco aunque mi corazón latió frenético ante ese gesto.
- Necesito que me digas mis fallos, sino no voy a mejorar nunca. - Se pasó una mano por la cara, parecía cansado. Se acercó y entrelazó sus dedos con los míos, su contacto me relajó.
- Lo primero que debes hacer es disfrutar del baile, no te exijas tanto, siéntelo. - Pegó su frente a la mía. Le besé. - Te he echado de menos.
- Yo también a ti. - Nos abrazamos.
Después de un pequeño descanso retomamos el ensayo.
- Vamos a probar una cosa. - Dijo parándose a medio camino del reproductor. - Baila sin música, haz la coreografía pero a tu ritmo. Una vez que forme parte de ti, podrás adaptarla a cualquier melodía.
- ¿Eso es lo que te están enseñando o se te acaba de ocurrir? - Arqueó una ceja.
- ¿Quieres mi ayuda o no? - Me encogí de hombros e hice lo que él me pidió. Bailar sin algo que indicara el compás era difícil así que conté con la cabeza. Un, dos, tres, cuatro... Un, dos, tres, cuatro...
El ritmo de la música era más rápido pero de esta forma podía centrarme en marcar mejor los pasos y realizarlos con la fuerza o suavidad que debía. Cuando terminé la coreografía, Tony me miró pensativo sin decir nada.
- De acuerdo. - Dijo al cabo de un rato. - Vuelve al paso después del salto, poco antes de que termines.
- ¿Este? - Levanté el pie derecho hasta que casi me tocó la cabeza y di una vuelta sobre mi misma.
- Creo que estás forzando demasiado el movimiento, debe ser más suave, más fluido. - Se puso a mi espalda. - Hazlo de nuevo.
Lo repetí.
- ¿Ves? Tensas el músculo en exceso. Otra vez.
Le obedecí. Chasqueó la lengua.
- No, no dobles tanto la rodilla.
- ¿Entonces cómo lo hago? - Me volví a poner en posición y él colocó mi pierna de una forma más cómoda.
- Así, ¿lo notas? - Asentí, también notaba su aliento en mi nuca. - Aquí. - Puso una mano en la cara interna de mi muslo. - Debes tirar desde aquí y no del pie o de la rodilla. - Me alzó y me hizo girar con la elegancia de un cisne.
Miré su boca que estaba peligrosamente cerca de la mía.
- Me alegra tenerte de vuelta. - Susurré.
- A mi también. - Leí en sus labios más que escuché su voz. Nos besamos. Sentí sus manos acariciando mi cuerpo y las mías el suyo.
Me deshice de su camiseta de tirantes negra y recorrí su hombro con mis labios. Me levantó y le rodeé la cintura con las piernas, empezó a besarme en el cuello. Alzó la vista, nuestros rostros estaban separados por pocos centímetros.
- ¿Has traído...? Ya sabes. - Dijo. Asentí, sabía perfectamente a lo que se refería. - Pensaba que solo íbamos a ensayar...
- Por suerte, siempre vengo preparada. - Le dí un beso.
- Lo dices como si tuvieras experiencia. - Sonreí sobre sus labios.
- ¿Tú no? - Le pregunté mientras me besaba la mandíbula. No respondió. - ¿Tony?
Me miró con sus preciosos ojos castaños. Es virgen, pensé sorprendida.
- Digamos que soy un romántico. - Añadió como respuesta. - Eso no quiere decir que tú no lo seas. - Se apresuró a añadir. - Es solo que... No sé, no ha surgido.
- No te preocupes. - Le seguí besando.
- Y... ¿cuánta experiencia tienes? Por curiosidad. - Contuve un suspiro.
- ¿Qué más da? Forma parte del pasado. - Sus besos eran ahora más fríos, casi mecánicos. Solo los aceptaba y no los respondía. Le miré a los ojos y vi un brillo de decepción en ellos y, detrás, un montón de preguntas temerosas de ser hechas. Puse ambos pies de nuevo en el suelo y me coloqué un mechón de pelo detrás de la oreja.
- No mucha, soy casi tan novata en esto como tú.
- ¿Y cuándo...? - Dejó la pregunta en el aire. Hice una pausa para pensar.
- Hace un par de años. Llevábamos bastantes meses saliendo y, simplemente surgió.
- ¿Cuánto durasteis? - No quería ahondar en esa parte de mi pasado y no porque todavía sintiera algo hacia el otro chico, sino porque ya no tenía importancia.
- Año y medio aproximadamente. - Sabiendo la pregunta que vendría ahora me adelanté. - Pensábamos de manera distinta, pasábamos más tiempo discutiendo que hablando. Ya no era lo mismo que antes así que decidimos cortar por lo sano.
Asintió muy serio.
- ¿Alguna pregunta más o prefieres continuar por donde íbamos? - Negó con la cabeza. Le sostuve el rostro con ambas manos pero me las apartó con suavidad.
- ¿Sabes? Creo que deberíamos dejar el ensayo para otro día. - Se puso la camiseta. - Estoy cansado.
Bajé la vista y asentí ligeramente con la cabeza. Sabía que no debía pero me era imposible mirarle a los ojos y no sentirme culpable por algo que había pasado mucho antes de conocerle. ¿Qué debía decirle? ¿Que me arrepentía de haberlo hecho? En su momento me pareció buena idea y ya no podía hacer nada.
- Vale. - Murmuré.
- Vamos, te llevo a casa.
- Déjalo, me voy a quedar un rato más.
- Como quieras. - Me dio un ligero beso en la mejilla. - Hablamos luego.
Le vi marchar, me senté en el suelo y empecé a estirar. ¿Se había enfadado por eso? Si no quería saberlo, ¿para qué me preguntaba? ¿Tan importante era para él? Seguía siendo la misma de antes, no había cambiado en absoluto aunque por lo visto sí ante los ojos de Tony.
Temía que nuestra relación estuviera en peligro por aquella tontería, quería hablar con él pero estaba demasiado molesta para hacerlo. Extendí la otra pierna y mis músculos agradecieron el haber acabado por hoy. ¿Es que prefería que le mintiera? No lo creía. La sinceridad era importante y más en una relación. Cuando finalicé los estiramientos tenía el cuerpo relajado y la mente hecha un lío.

Aquella noche apenas hablamos aunque quedamos en vernos al día siguiente. Me recogió en mi casa para dar una vuelta por el centro comercial. El enorme edificio nos protegía del frío que hacía en el exterior. Estaba formado por tres plantas, la primera con tiendas infantiles, de ropa interior y para caballeros y señoras de cierta edad, alguna que otra joyería y una farmacia; la segunda estaba llena de tiendas de ropa juvenil, de fiesta y unos cómodos sillones junto a un pequeño restaurante; y en la tercera estaba la zona multimedia, como me gustaba llamarla: un cine, una sala de recreativos, un fnac y más restaurantes.
Subimos a la última planta y miramos la cartelera. En apariencia no había cambiado nada, seguíamos siendo una pareja de jóvenes que conversaban y se agarraban de la mano mientras elegían una película para ver un jueves por la tarde, pero notaba algo diferente, un ligero distanciamiento, cierta tensión en el aire que se podía ver si te fijabas bien. Apoyé mi cabeza en su hombro.
- ¿Por qué no vemos esa? - Sugerí, señalando con el dedo una sobre batallas de baile.
- ¿Más bailes? Necesito desconectar un poco. ¿Qué te parece esa?
- He visto el trailer, demasiada sangre para mi gusto... ¿Y esa? - Indiqué una trágico-romántica.
- Pensaba que no te gustaba ver una película que te hiciera llorar. ¿Qué más no se de ti?
- ¿A qué te refieres? - Le miré desafiante.
- Olvídalo. - Lo dejé pasar.
Al final nos decidimos por una de acción, con muchos golpes y una trama simple. En la escena en la que el protagonista, un tipo enorme que había acabado con más de veinte personas en menos de un minuto, se estaba enrollando con la chica dura con la que al principio de la película no podía ni hablar sin discutir, miré a Tony. Estaba tenso y se forzaba por no mirarme, busqué su mano pero la mantuvo lejos de mi alcance.
- ¿Te ha gustado? - Le pregunté una vez salimos del cine. Tiró su refresco vacío en la papelera y se encogió de hombros.
- No ha estado mal. - Pensé en darle la mano pero decidí no arriesgarme a que me la apartara.
- ¿Qué hacemos ahora? ¿Vamos a los recreativos?
- Claro, ¿por qué no? - Odiaba esa actitud, como si le diera igual todo. Se adelantó unos pasos. - ¿Vamos? - Me preguntó cuando vio que no me movía. Asentí y le seguí.
Me mataron enseguida en el juego de simulación de tiros así que observé a Tony mientras su soldado seguía disparando y esquivando balas.
- ¿Estamos bien? - Pregunté finalmente, no podía ignorar más esa sensación de lejanía.
- ¿Qué? - Mantuvo la vista fija en el juego.
- Desde lo que te conté ayer estás raro. ¿Te has enfadado conmigo? - Me miró y mataron a su personaje. En la pantalla apareció un enorme "GAME OVER" y que insertara dinero antes de 10 segundos para continuar con el juego.
- No, no, claro que no. - Pareció sorprenderle mi pregunta.
- Entonces, ¿qué ocurre? - Dejó la pistola en su sitio.
- Nada, estamos bien, no pasa nada.
- ¿En serio? Porque a mi no me lo parece. Apenas me puedes mantener la mirada y, cuando lo haces, me miras como si no me conocieras. ¿Es porque me he acostado con otro? - Había un niño de poco más de 8 años a nuestra espalda, esperando para jugar con las pistolas, y su madre me miró como si hubiera dicho algo horrible. Tony me puso una mano en la espalda para que saliéramos de ese lugar. La madre me siguió con la mirada.
- ¿Qué? No he dicho nada malo. - Repliqué a un volumen suficiente para que me escuchara. Volvió la vista.
- Sí, bueno, no exactamente por eso, es porque no me lo esperaba.
- Pero ya te conté que había tenido novio antes.
- Lo sé, pero pensaba que no habíais llegado tan lejos. - Empecé a comprenderlo.
- Entiendo, así que ahora te tienes que hacer a la idea de que no soy virgen.
- Algo por el estilo. - Sonrió sarcásticamente. - La verdad es que no soporto imaginarte con otro. - Abrí la boca y solté una carcajada sorprendida.
- Entonces lo que estás es celoso. - Esta vez su sonrisa era de disculpa.
- Tal vez... - Negué con la cabeza. Le besé y él me respondió. Fue un beso largo y sentido. Cuando nos separamos, en sus ojos no había reproche ni inseguridad, solo amor. Le acaricié la mejilla.
- No serás el primero pero sí especial para mi porque estaré contigo. - Hice hincapié en la última palabra.
- Te quiero y no quiero ni pensar una vida sin tí.
- Te quiero y si hubiera sabido que aparecerías en mi vida hubiera esperado el tiempo que hiciera falta.
El beso que siguió a estas palabras fue tan ardiente que mi corazón pareció estallar en llamas. La madre y el niño de 8 años pasaron a nuestro lado y ella nos miró con desconfianza.
- ¿Tiene un condón, señora? - Dijo Tony dando unos pasos hacia ella, esta apretó la mano del niño y se alejó a toda prisa. Le agarré del brazo.
- ¡¿Pero qué haces?! - Exclamé.
- Enseñándole educación sexual. ¿Has visto su cara? - Asentí y me reí. Él rió conmigo.
- ¿Qué te ha pasado? - Pregunté de forma retórica.
- Que estoy enamorado. - Respondió muy serio mirándome. Sonreí tímidamente.
- Tonto. - Me toqueteé el pelo nerviosa y le abracé con fuerza.
- Me dejas sin respiración, literalmente. - Sonrió.
- Y tú a mi, y no literalmente hablando. - Rozamos nuestros labios y caminamos de la mano hacia ningún sitio en particular.
- Bueno, ¿y en qué sitios lo has hecho? - Me preguntó bromeando.
- ¿De verdad quieres saberlo? - Le piqué.
- ¿Tantos? - Le saqué la lengua y me volvió a dedicar una de sus preciosas sonrisas.

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